A poco más de un mes de que arrancó el proceso electoral para renovar la gubernatura, el clima en el estado de México toma un rumbo incierto, se descompone aceleradamente y amenaza con desbordarse hacia la peor dirección: la violencia y el “autosabotaje” por parte del Estado, por definirlo de algún modo.
Del “súper-candidato” en el actual proceso electoral para renovar la gubernatura
A poco más de un mes de que arrancó el proceso electoral para renovar la gubernatura, el clima en el estado de México toma un rumbo incierto, se descompone aceleradamente y amenaza con desbordarse hacia la peor dirección: la violencia y el “autosabotaje” por parte del Estado, por definirlo de algún modo.
Aún sin arrancar campañas, sin definirse las plataformas, sin designarse consejos distritales y bueno, aún sin tener reglas internas en cada uno de los partidos legalmente registrados para designar candidatos y competir en la renovación de la gubernatura, el Estado decidió unilateralmente tomar el curso de la contienda en sus manos y redirigirlo no hacia el fortalecimiento de la democracia, sino hacia fines claramente expuestos: retener el poder a toda costa, cueste lo que cueste.
Se trata de una historia contada más de 80 veces en el estado de México, cuya trama incluye todo tipo de excesos y atropellos institucionales, desde arrollar los derechos de los partidos, utilizar discrecionalmente los recursos disponibles, hasta desviar los programas sociales frente a una sociedad atónita y en algunos casos, implicada, lo que resulta además irónico.
La entrega masiva y obsesiva de despensas y tarjetas La Efectiva en pleno arranque del proceso electoral mexiquense, ha sido tan escandalosa e incluso cínica por parte de los gobiernos federal y estatal, que ha pasado de convertirse en un típico problema electoral local, a un tema de agenda nacional. Analistas y especialistas se han volcado a denunciar la maniobra, junto con partidos de oposición, mientras que el discurso oficial de la “legalidad” para justificarlo, se empequeñece y ya comienza a resultar absurdo e insostenible, ante la magnitud de la maniobra electorera.
En medio de todo ello, o mejor dicho por si todo fuera poco, la violencia toma un nuevo aliento pese a los más recientes e insistentes discursos oficiales de que la inseguridad está controlada, con una aparente reducción de los delitos de alto impacto. Nuevamente la realidad parece imponerse.
El levantamiento y asesinato atroz del octavo regidor de Sultepec, Genaro González Hernández, retrata con claridad la realidad que se vive en muchas regiones del estado de México, donde la presencia de grupos armados y organizados, agregan un elemento de “miedo” anticipado al proceso, sin contar que la disposición de recursos oficiales (y no) para financiar las campañas electorales, podría convertirse en un riesgo inminente para candidatos, partidos y ciudadanos en los próximos meses.
Quizás el foco del Estado en estos momentos debería estar en generar condiciones de seguridad y confianza para la participación, tanto de ciudadanos y partidos, en el actual proceso, y no en asumirse como el “súper-candidato” de la contienda de manera anticipada y además, con todas las ventajas que puede ofrecer el uso irregular y abusivo del poder.
Hasta la próxima.