Este domingo el PRD avaló la creación de un Frente Amplio para, en términos sencillos, evitar repetir los resultados de las elecciones del Estado de México y crear un voto monolítico que permita sacar al PRI de la presidencia de la República.

El partido –esto es importante para todos los lectores “chairos”, pongan muchísima atención, porque nada más toman lo que les conviene para decir “Morena contra el mundo” – anunció que no descarta hacer alianza con ningún partido de oposición, incluidos el PAN y Morena para las elecciones presidenciales de 2018. Es decir, a pesar de que, a raíz del rechazo de Juan Zepeda, Andrés Manuel López Obrador rechazó tajantemente una alianza con PRD para el 2018, bajo la ya conocida etiqueta de “paleros del PRI”, el partido del Sol Azteca no tendría problema en unirse con Morena –que no ser sumiso–, con tal de evitar otro sexenio priísta. Repito, no le están haciendo el feo a Morena.

Mi opinión al respecto es clara: Ya era hora. Se tardaron demasiado.
Aunque me parece tremendamente irónico que dos partidos como el PAN y el PRD, que no pueden ni ponerse de acuerdo internamente, quieran unirse con miras al 2018, considero que es un frente necesario, y sanamente polar.

Como muchos analistas vaticinaron, las pasadas elecciones iban a ser el laboratorio de las que vienen. El PAN no tuvo presencia, con una pésima candidata, el PRD tuvo un milagroso repunte que no alcanzó a competir cabalmente, Morena se dio cuenta demasiado tarde que su voto duro y radical no iba a alcanzar y, por algún motivo, todos pensaron que el PRI jugaría limpio. Ahora, tiene todo el sentido del mundo que busquen alianzas desde el primer momento, sin protagonismos ni amenazas, porque es evidente que se necesita más que estadística y amenazas, y mucho más importante: empezar a meternos en la cabeza que con sacar al PRI de Los Pinos se mejora automáticamente el país.

Mi reacción de las pasadas elecciones no fue tan furiosa como la del resto por un simple motivo. Habló mucho, y muy mal de nosotros que los dos peores escenarios políticos fuesen justamente los dos que habían sido punteros en las encuestas: PRI y Morena. Estas elecciones fueron un concurso de popularidad, y muy pocos hicieron el esfuerzo extra de informarse para no votar por el que aparecía más tiempo, sino por el mejor.

Por supuesto, esta propuesta del PRD necesita más que la mera intención. Ponerse de acuerdo con los demás partidos de oposición no será nada sencillo. Menos aún dejar los protagonismos de cada partido, líder y actor político para establecer a un candidato, pero ya lo dice un viejo proverbio, un viaje de mil millas ha de comenzar con un simple paso. Además, en este ejercicio veremos quién alza la mano por sed de poder y quién no.

Otro motivo por el que veo con beneplácito es que, a menos opción de partidos, más probable es que el candidato que gane por mayoría realmente tenga una mayoría. Es la base del cuórum, la mitad más uno.

Esperemos que esta idea no se quede en sólo eso, y que los actores políticos tengan la amplitud de miras para empatar agendas ideológicas que permitan que el país avance. A nosotros como sociedad nos toca proponer, ser proactivos y participativos, pues el proyecto de nación DEBE ser ciudadano, ajeno completamente a intereses personales de dirigentes de partido. Y, por supuesto, no perder de vista a los candidatos propuestos, analizar su trayectoria y propuestas.
No sólo el frente amplio sacará al PRI, tenemos que hacerlo todos.