El sismo del 19 de septiembre no solo removió vidas y barrio con la infraestructura de pueblos enteros, puso a prueba el indiscutible coraje de los ciudadanos y en el caso del Estado de México lanzó a la realidad con una fuerte e inusitada sacudida, a un gobierno que iniciaba apenas cuatro días antes con traspiés y aparente caos interno, resultado de lo que al parecer fue una entrega-recepción atropellada y con cierto desorden que a una semana no terminaba de "terminar".

El mismísimo día de la toma de protesta nadie, ni siquiera las y los flamantes nuevos secretarios de gabinete tenían una idea clara de lo que seguía en el guíón, o a menos que desde entonces se hubiese instalado una amnesia oficial, ninguno de los consultados "off the record" sabía cómo, cuando y de qué íba lo que seguía.

Asistimos después a un desfile, del 16 de septiembre, que puso lo que podría ser el sello de este gobierno y que en las redes sociales rebotó a las pocas horas como un mal augurio: las puertas de gobierno estaban cerradas.

No hubo presentacion a los medios de comunicación del gabinete y dio la impresión que la nueva gestión se atrincheraría para siempre en palacio de gobierno, pues siguió así un par de días más, e incluso después del movimiento telúrico. Mientras otros mandatarios y alcaldes a quienes cimbró la tragedia sudaban las calles devastadas o supervisando directamente la infraestructura pública, como los ediles de Ocuilan, Toluca o Tenancingo, el mandatario mexiquense durante dos días se dedicó a monitorear la hecatombe y coordinar las primeras ayudas oficiales desde el C5 de Toluca, transformado en cuartel general. No era una guerra, pero lo parecía... seguían atrincherados.

La retardada reacción oficial pudo haber representado un temprano e innecesario coste social y hasta político -adicionales- para un nuevo mandatario, que ya llegaba de por sí con una carga de cuestionamientos serios.

Tarde qué temprano la tragedia lanzó a la calle a todo mundo.

El sismo que devastó doce municipios reclamo e impuso el ritmo y nivel de respuesta que demanda una entidad tan compleja como la mexiquense, de por sí ya castigada por otros dramas tan igualmente peligrosos como devastadores como la inseguridad o el desempleo.

El terremoto fugaz pero letal del 19 de septiembre, arrasó vidas, calles y miles de viviendas, pero esperemos que haya sido lo suficientemente impactante para dejar las cosas claras. La clase política por fina que sea, o no, no puede gobernar aislada, de espaldas a la sociedad y mucho menos, en un santuario de irrealidad.

Hasta la próxima.