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Cogito Ergo Sum

 

La esperanza independiente Parte 2: Cuando la esperanza se vuelve ridículo

DOBLE FILO

Cogito Ergo Sum


Por: Héctor Castañeda







Ni modo. A esperar otros 6 años para un buen candidato. Siempre esperar.

En alguna entrega pasada había escrito de lo necesario que es para el país separarse a sí mismo de la toxicidad de los partidos políticos, en parte para tener un gobierno cabalmente representado por la ciudadanía, y en parte para obligar a los partidos a limpiarse a sí mismos. Hoy por hoy, no hay ningún partido político que esté exento de tener en sus filas a notables corruptos.

Y pese a que estoy consciente de que en los independientes también “se cuecen habas”, por pura proporcionalidad hay más independientes preparados que políticos de partido. Por cada “Bronco” hay un Kumamoto o un Héctor Cabada, quien levantó Ciudad Juárez de los escombros apoyado de un consejo ciudadano. Hay grandes ejemplos de políticos independientes que los medios, por el hecho de llamar más la atención la nota de los partidos, no voltean a ver.

Dicho esto, y como reitero de la primera parte de esta columna, se necesita un buen ciudadano que pueda llevar las riendas del país. Sin embargo, la pléyade de ciudadanos que manifestaron su intención de ponerse la banda presidencial es absurda.

59 aspirantes independientes. Uno pensaría que, al abrirse el tan importante espacio para una candidatura independiente, México estaría más unido, para volcar sus esfuerzos en torno a un solo campeón que tire la partidocracia.

Pero, como siempre en el paso de la historia, tenemos todo lo contrario. Tenemos desde ex partidistas que piensan que a la gente se le olvidará su añeja militancia como Jaime Rodríguez o Margarita Zavala (a quien se le dedicó la columna anterior) hasta declarados antisemitas como Alfredo Pérez Mata, pasando por comunicadores capaces de “pendejear” a quien lo cuestiona (coherente o incoherentemente) como Pedro Ferriz de Con.

Mientras tanto, otros notables nombres que llevaban meses, cuando no años, anunciando sus aspiraciones presidenciales, se bajaron del tren.

Fue el caso de Jorge Castañeda, brillante comentarista e intelectual, subversivo y libre como nadie, quien abandonó su proyecto para sumarse al del ex perredista Armando Ríos Piter. Algo vio en él que yo aún no he podido ver, y debo confesar que era uno de los pocos candidatos por los que yo estaba seguro de votar.

Fue también el caso de Gerardo Fernández Noroña, espurio personaje ligado a López Obrador, y quizá uno de los más radicales de esa ala. Se seguía llamando a sí mismo “independiente” al mismo tiempo que apoyaba públicamente a Delfina Gómez en el Estado de México. Eso, su poca frialdad mental y su documentada misoginia incluso en contra de compañeras suyas eran probablemente la peor opción de candidato. Al menos entre los independientes, y al menos hasta la llegada del Bronco.

Y fue también el caso de Emilio Álvarez Icaza, quien claudicó la semana pasada con el argumento de “no serle funcional al PRI”. Parece ser que le llegaron los rumores que propagan los chairos. Él era la otra opción por la que estaba seguro de votar.

Tristemente, veo intereses personales en los demás candidatos independientes (quizá Ferriz de Con, con todo y todo, sea una opción coherente, tiene un buen proyecto aunque el ser el más viejo de los candidatos no ayude). Y tampoco es como si los candidatos que surjan de los partidos sean opción (exceptuando a Antonio Meade… que lo único malo en él es si lo lanza el PRI). Ni modo. A esperar otros 6 años para un buen candidato. Siempre esperar.

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