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Cogito Ergo Sum

 

Pobrecito Peña

DOBLE FILO

Cogito Ergo Sum


Por: Héctor Castañeda







Pobrecito Peña

El tema de esta semana se une, casi imperceptiblemente, a los ríos de tinta que se han corrido respecto al tema. Al presidente, a las instituciones, le hacemos bullying.

Después de casi 5 años de aguantar sus redes sociales inundadas en su mayoría de mentadas de madre, se rompió. Hace un año bromeaba resignadamente con su desaprobación generalizada por parte de la ciudadanía (la más alta en 21 años), y parece que ya le pegó tanto odio.

Antes de escribir lo que pienso, debo decir que lo entiendo. Todo el mundo tiene su límite cuando una cantidad tan abrumadora de gente se muestra tan devota a hacerte miserable por redes sociales cada día de tu existencia. Soy objetivo, quizá de los pocos que quedan en el mundo, no le hago promoción, digo las cosas como son. Y lo que es, es que el odio es duro.

Dicho esto, tenemos que hacer un balance. El presidente aguanta insultos, deseos de muerte, críticas. ¿Y los mexicanos que aguantamos de él?

- Aumento de la deuda pública, sin que tengamos resultados relevantes en obra pública ni en mejoría de la calidad de los servicios que presta el Estado, como el acceso a la justicia, algo tan urgente en este país y tan ausente.

- Una “Casa Blanca” de procedencia sumamente turbia y una respuesta tibia que pretendía tapar el sol con un dedo.

- Completo desconcierto y tardanza de reacción ante la desaparición de los 43 “normalistas” de Ayotzinapa. Una cosa es que el hecho lo haya tomado por sorpresa y otra es que haya tardado días en hacer algo acerca del tema tan urgente.

- Completa y rampante impunidad ante el crimen. De cualquier gravedad y circunstancia. La vieja historia de siempre, el sello priísta de siempre. Impunidad.

- Javier Duarte. Simplemente Javier Duarte. El ejemplo que pregonaba Peña Nieto a los cuatro vientos de un “PRI reformado” terminó hundiendo en bancarrota a un estado entero. Ni siquiera lo capturó la policía federal, fue capturado por la Interpol y la PNC. La PGR sólo se limitó a pedir la extradición de Guatemala.

- Recrudecimiento de la violencia del crimen organizado. La pésimamente planeada guerra contra el narco del sexenio anterior aún no se apacigua. Vemos menos noticias de ello, pero no significa, para nada, que el narcotráfico se haya debilitado. Duela a quien le duela, el crimen organizado es uno de los motivos por los que Trump está tan molesto con el país.

- Reformas estructurales. Algunas, como la educativa, son de hecho plausibles y benéficas (mientras no se les estorbe) pero otras como la energética solo han sido un alza de dedo medio para los mexicanos. Peña dijo que no subiría la gasolina ni la luz con las reformas, y justo eso tuvimos constantemente este año.

- Luis Videgaray como… cualquier cargo. Es el becario mejor pagado del país. Al frente de la Secretaría de Hacienda sólo dejó un desastre económico tan grande que tuvieron que intervenir gente menos inepta como su suplente Antonio Meade y el genio económico Agustín Carstens para intentar calmar las aguas. Por cierto, al primero fue al que le llovió el odio por parte del mexicano.

- Viajes costosísimos en el avión presidencial para Peña, su familia y una corte de maquillistas y prensa oficial. Todo esto, obviamente pagado con erario público. No tendría problema con esto si fueran visitas necesarias para fortalecer las relaciones internacionales. Pero rara vez las giras han sido así de urgentes.

- Crisis de derechos humanos. Muy hermanada con la impunidad. De nuevo, los normalistas no son blancas palomitas, son tan criminales como el sujeto que decide que es buena idea asaltar camiones. Pero de ahí a que un cártel del narcotráfico los borre de la existencia, hay un largo trecho. Aún no se sabe qué ha sido de ellos pese a la “verdad histórica” de la calcinación. Y como esos, abundan ejemplos, de gente más o menos inocente que los normalistas.

- El retorno del PRI. Simple y llano. Los medios de comunicación se relamen con esto porque atacar al PRI es sumamente rentable (es lo que la gente quiere leer, y al cliente lo que pida, incluso si eso significa pasar por algo una que otra cosa buena que haya hecho cualquier gobierno priísta), pero esto significó el odiado retorno al régimen, y con ello, el sello característico del partido: impunidad y corrupción.

De manera que, pobre Peña, tiene que aguantar miles de insultos al día. Nosotros tuvimos que aguantar algo más desastroso: su gobierno.

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