Acabamos de pasar el año de gestión del presidente número 45 de los Estados Unidos, Donald John Trump. Aún es sencillo evocar el 8 de noviembre de 2016, con la sensación de desasosiego, incertidumbre y miedo por el mundo libre y el sentido común, todo encarnado en la figura de un loco que aprovechó un discurso polarizador para volcar a los resentidos sociales contra el resto del mundo. Probablemente esa sensación se repetirá dentro de cinco meses.

Un cuarto de su mandato después, no mucho parece haber cambiado en el país vecino. Pareciera que nadie le avisó a Trump que ya es presidente, pues se dedica a atacar mediante Twitter a sus adversarios como si aún anduviese en campaña, mientras sus adversarios aún se aferran al improbable escenario del impeachment y sus simpatizantes se llenan la boca en decir cosas como “Stay safe Mr President.Stay with patriots.Stay with the good Lord.I pray for you,your family and your administration everyday.MAGA!” (comentario real).

Sin embargo, pareciera que Trump es más palabra que acción. Es un bully que simplemente tuvo la triste coincidencia de sentarse en el Despacho Oval. La prueba más clara es que, a pesar de pasar incontables días amenazando a México con pagar el ya famoso e inexistente muro, aún no ha logrado cumplir su “promesa estrella”.

A pesar de ello, también se las ha ingeniado para cumplir otra clase de propuestas, como el veto migratorio que entró en vigor en diciembre pasado y el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel.

Eso, y el bombardeo en Siria el 4 de abril de 2017, podría considerarse lo único que ha hecho la administración de Trump. Es irreal decir esto, pero eso hace ver a Peña Nieto como Winston Churchill. Así de baja está la vara.

En cierto sentido, ha hecho más el congreso que el presidente, incluso entrando en medidas drásticas como el “shutdown” realizado el fin de semana pasado. Se trata de un cierre de amplios sectores de la Administración ante la imposibilidad de funcionar por falta de financiación.

Al final, la administración de Trump poco ha hecho. Muy poco. Lo cual se agradece. Ya bastante milagro es que siga existiendo vida en este planeta después de los constantes intercambios de insultos entre el mandatario estadounidense con su homólogo norcoreano Kim Jong-Un.

No obstante, no deja de sentirse como una eternidad. Parece que así son las gestiones presidenciales estos días…