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Cogito Ergo Sum

 

El pueblo bueno y sabio que lincha personas por error

DOBLE FILO

Cogito Ergo Sum


Por: Héctor Castañeda






El pueblo bueno y sabio que lincha personas por error

Durante la Baja Edad Media, lo común era que los rumores callejeros propiciaran todo tipo de actos donde se castigaba públicamente a personas que estuviesen fuera del status quo cristiano de su momento, principalmente en la forma del “Auto de fe” que ejecutaba la iglesia católica a través del tribunal de la Santa Inquisición.

En el siglo XIII, en las últimas etapas de la cruzada albigense en Francia, los cátaros (una religión que combinaba elementos cristianos con la creencia maniqueísta) fueron sometidos a proceso por la Inquisición luego de una guerra llevada a cabo contra ellos, primero por el papa Inocencio III y luego continuada por sus sucesores.

En el siglo XIV, a las mujeres que demostraran un mínimo interés por la observación de la naturaleza (lo que podríamos establecer como los primeros pasos para hacer ciencia, si consideramos que uno de los pasos del método científico es la observación), eran primero interrogadas y luego acusadas de cometer actos de brujería (strigis en Hungría, hexe en Alemania), para luego terminar en el fondo de un lago con una roca atada al cuello o quemadas vivas. En ambos casos, con presencia y beneplácito del pueblo.

Durante el siglo XIV, se asoció la fuerte actividad nocturna de los gatos con conductas demoniacas, tanto como aliados de las brujas como transformaciones de las mismas. Estos rumores llevaron a una quema masiva de gatos. ¿El resultado? La proliferación de ratas, muchas de las cuales llevaban la enterobacteria Yersinia Pestis que ocasionó la epidemia más grande de la humanidad, la Peste Negra, que se llevó las vidas de un tercio de Europa.

Incluso después de esta peste, otro linchamiento público se dio, pues el rumor de que los judíos habían envenenado el agua para provocar la epidemia causó otra persecución y quema masiva.

En estos cuatro casos hay elementos comunes: la creencia de rumores que marcaron un axioma, la desinformación, la acción de la iglesia y la rabia colectiva.

Pongo estos cuatro ejemplos como muestra de que, en primer lugar, siempre cometemos los mismos errores, no somos afectos a aprender de la Historia.

En segundo lugar, que el pueblo ni es bueno, ni es sabio y sí se equivoca, tanto da si el nuevo presidente asegura lo contrario. La realidad no miente, las personas sí.

Tan es así, que un pueblo entero en Acatlán de Osorio, Puebla, pensó que era una buena idea sacar a un par de jóvenes campesinos de los separos, rociarles gasolina y quemarlos vivos.

Atendiendo el llamado de las campanas de su iglesia, y ante el rumor de que estos hombres eran “robachicos”, entre otros delitos que los pobladores de ahí les imputaron (es decir, inventarles delitos nada más para lincharlos), los golpearon, los desnudaron y les prendieron fuego. Las imágenes son aberrantes, salvajes, devastadoras. No me alcanzan palabras en ningún lenguaje para describir, ni para dimensionar lo hijos de puta (perdónenme la expresión y digo esto asumiendo toda la responsabilidad que pueda conllevarme como opinador), que fueron los pobladores de Acatlán. No contentos con cometer la barbarie que estaban realizando, grabaron video y se vanagloriaban de hacer semejante acto de violencia, hasta pedían más gasolina para terminar de quemar los cuerpos agonizantes de los campesinos, torciéndose ya involuntariamente, a pesar de estar más muertos que vivos.

Ese espectáculo lo llevaron a cabo hombres mujeres y hasta niños. No es posible.

Según el reporte de la Procuraduría de Justicia del Estado de Puebla, ninguno de estos dos campesinos hizo ningún delito en su corta vida. Repito: eran completamente inocentes.

Y ni siquiera la ausencia de autoridad competente, ni siquiera la impunidad rampante que desgraciadamente hay en este país justifica absolutamente nada. Pero se dejaron llevar por el rumor. En WhatsApp y redes sociales últimamente circulan mensajes falsos y alarmistas involucrando presuntas bandas de secuestradores de niños. Sin fuente, sin evidencia, sin nada. Y la gente lo cree. Siempre lo he criticado. La gente cree lo que sea y en lo que sea que prometa dar rienda suelta a lo peor de ellos.

En lo personal, aquél poblado entero no merece lo más ínfimo de mi respeto. Y en cuanto a las autoridades, no sé cuántas muertes más debe haber para que asuman su responsabilidad. En cuanto a nosotros, eventualmente tendremos que aprender a usar la cabeza para pensar en lugar de los intestinos.

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