Fernanda Sánchez Velarde tenía 18 años cuando su esposo la asesino a golpes, la colgó y después le cortó las venas, para intentar que su muerte pasara como suicidio, algo similar a lo ocurrido en el caso de Mariana Lima, ultimada en condiciones similares por su esposo en 2010, un policía judicial de nombre Julio Ballinas y que por muchos años gozo de impunidad e incluso del encubrimiento oficial.
Casi de la misma forma, la muerte de Fernanda –ocurrida en 2014- fue inicialmente tipificada como “suicidio”. El día de su muerte, la joven de solo 18 años estaba colgada de un lazo atado a una cadena, con las piernas abiertas, el rostro deforme a causa de los golpes, con heridas profundas de varios centímetros y con las rodillas laceradas, informaron los primero reportes policiacos que se filtraron a la prensa y que difundieron diversos medios como el Portal Zócalo, en el que notas posteriores, coincidirían en que la escena del crimen "no era compatible con un caso de suicidio".
Tras su deceso y las inconsistencias que rodearon el caso desde el mismo día de su muerte, la madre de Fernanda, María Magdalena Velarde Tepoz y sus hermanos presionaron un par de años para que la carpeta fuera reclasificada a homicidio. De entonces a la fecha la investigación se ha empantanado, sigue inamovible y sin visos de que avance en ningún sentido, pues también, como ocurrió en el caso de Mariana Lima, hay personal ministerial que tiene vínculos con la familia del presunto homicida, el esposo, quien nunca ha sido detenido, ni siquiera como sospechoso e identificado como Led Clemente Sandoval.
Al paso del tiempo, desde que ocurrió el crimen en Cuautitlán Izcalli, Magda y su familia, han tenido que pagar costos muy altos, en la búsqueda de justicia.
Casi tres años después del feminicidio de Fernanda, sus hermanos Daniel y José Alberto, entonces de 24 y 26 años de edad, respectivamente, fueron asesinados, después de varias amenazas de muerte que finalmente se cumplieron. Ya había sido desplazada la familia completa por la violencia y acoso de que eran víctimas.
Tuvieron que irse de esa localidad y reubicarse en un sitio que no fue revelado por Magdalena.
Magda recuerda que sus hijos fueron “levantados” y torturados. Habla luego de acudir al Salón Benito Juárez del Congreso Local, donde activistas y diputadas, realizan un segundo foro, o tercero, para continuar diagnosticando el interminable problema de la violencia feminicida que afecta a Edomex como una verdadera epidemia.
Tras el asesinato de Mariana, y de sus hermanos mayores, Magdalena ha tenido que rescatar a su nietos, pues de estos crímenes tres niños quedaron en la horfandad, actualmente de 7, 8 y 9 años de edad, mientras que la hija de Fernanda ya cumplió los seis años, sin dejar de lado que cuando fue asesinada estaba embarazada.
Los hermanos Sánchez, fueron asesinados en mayo del 2017, cuando regresaron a Cuautitlán Izcalli, la primera vez, en un intento por rehacer su vida. No lo lograron.
“Acabaron con mi familia, ya no tengo hijos, me mataron a todos”, refiere Magdalena, mientras se mantiene alerta de su hija-nieta que la acompaña en esta ocasión.
Dice que en la comisión de víctimas le han dicho que no tiene derecho a despensa, ni a becas para sus nietos. Que ella no tiene derecho “a nada”.
Le dan mil 500 pesos –a veces- para solventar gastos de traslados que tengan que ver con la justicia que nadie le da y encima tiene que “comprobar” su aplicación, “cómo si las combis, el pesero o el metro te diera facturas”, acusa, ya desesperada ante el colmo de la indolencia oficial.
Actualmente el Observatorio Ciudadano del Feminicidio la ayuda para solventar algunos gastos, pero... reconoce que tampoco hay gran avance, en cuanto a la resolución y esclarecimiento del asesinato de tres hijos.
Y ¿Qué le pide a las autoridades?, se le pregunta casi al final, no sin conocer que con trabajos está sacando adelante a cuatro hijos-nietos, que pario casi de golpe en menos de tres años, hoy con 5, 7, 8 y 9 años de edad.
-Qué me escuche el presidente Andrés Manuel López Obrador, que vea que estoy aquí, que existo, que pido justicia, que aquí estoy-, insiste, mientras levanta el rostro y mira por segundos de frente a la cámara.