El Tecuán es una comunidad rural del municipio de Encarnación de Díaz situado en los límites con Lagos de Moreno, en la región Altos Norte de Jalisco. Esta es una de las zonas con mayor número de personas desaparecidas en todo el estado de acuerdo con el Sistema de Información sobre Víctimas de Desaparición en Jalisco (Sisovid). En ese municipio de 53 mil habitantes hay registro de 151 personas desaparecidas, la mayoría hombres, según los datos de la Comisión Nacional de Búsqueda de Personas (CNBP). Ahí son desaparecidas 28.4 personas por cada diez mil habitantes.
Para la familia Moctezuma Rentería, ese es un lugar lejos de casa. Yuridia y su familia son del municipio de Ayutla de los Libres, en la costa chica de Guerrero, la cuna del movimiento insurgente que derrocó a Antonio López de Santa Anna, y a dónde no van hace más de un año. Ayutla es de vegetación abundante, cascadas y mar; y es también un municipio con alto grado de rezago social, donde casi la mitad de las viviendas no tiene drenaje y el 26.6% de sus habitantes no puede terminar la escuela, según cifras del Gobierno Federal en 2021. Ahí, dice Yuridia, no hay trabajo para las mujeres y ella debía mantener por sí sola a sus cinco hijos, por eso decidió seguir la ruta de los jornaleros migrantes y terminó viviendo entre Jalisco y Sinaloa.
La desaparición de personas en estados diferentes al de su origen, como les ocurrió a los Moctezuma Rentería, añade dificultades para las familias que buscan. Muchas veces no tienen contactos, no conocen los lugares que pueden ser de riesgo y carecen de ayuda, de personas de confianza que les acompañen. El dinero también es una barrera frecuente para buscar, pues hacerlo lejos de casa involucra el pago de rentas u hospedaje. Los recursos suelen acabarse pronto.
El primer caso documentado de desaparición de jornaleros migrantes en México ocurrió en 2010, cuando un autobús con 37 trabajadores, 17 provenientes de Querétaro, 12 de San Luis Potosí y personal de la empresa que los transportaba, desapareció al pasar por Tamaulipas para cruzar hacia Estados Unidos. Hasta ahora, ninguna persona ha sido localizada.
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https://adondevanlosdesaparecidos.org/2020/03/17/a-una-decada-de-la-primera-desaparicion-masiva-de-jornaleros-migrantes/
Un año después, en 2011, un autobús que salió desde San Luis de la Paz, Guanajuato, con 22 migrantes a bordo, desapareció en su camino hacia Estados Unidos. En 2012 la familia de José García Morales, uno de los migrantes que viajaban en ese camión, fue notificada por la entonces Procuraduría General de Justicia (PGR): su cuerpo fue encontrado en una de las 47 fosas clandestinas que se localizaron en San Fernando, Tamaulipas. Han pasado diez años y del resto de los migrantes no se tiene información.
Estos no han sido los únicos casos. Paulino Rodríguez Reyes, responsable de atención a jornaleros migrantes del centro de derechos humanos de la montaña Tlachinollan, cuenta que en 2016 se registró la desaparición de un joven jornalero de Guerrero que laboraba en los campos agrícolas de Zacatecas; pero luego de días fue localizado. Un grupo del crimen organizado lo había secuestrado.
“La delincuencia organizada se lo llevó, lo confundieron, después lo soltaron”, dice.
El 24 de abril del 2021, Matusalén Vázquez Tlasmanteco, de 31 años y originario de Guerrero, desapareció en los campos agrícolas de tomate “San Juan”, en Sinaloa. En una ficha de búsqueda improvisada por sus familiares se leen algunos de sus datos: piel clara, ojos cafés, un tatuaje en el cuello, otro en el brazo. No ha sido localizado.
De acuerdo con Paulino Rodríguez, Guerrero es el principal estado expulsor de familias de jornaleros migrantes, viajan a 21 estados del país. Sinaloa es el principal estado receptor. Tlachinollan ha documentado las condiciones precarias en las que viajan y laboran las familias jornaleras, como la de Yuridia y sus hijos.
“Una de las características de la migración interna jornalera es que viajan en familia: papá, mamá e hijos. Las condiciones laborales son pésimas, sin garantías de prestaciones o derecho a la salud y sin educación para los hijos. No tienen vacaciones, las mujeres no tienen derecho a la licencia de maternidad y generalmente las empresas no tienen guarderías. Tampoco tienen derecho a la vivienda, las familias tienen que rentar casas en donde viven hacinadas con tal de compartir gastos y pagar menos”, explica Rodríguez Reyes.
En las empresas para las que laboran, Yuridia, Jesús y una de sus hijas se encargan de plantar la semilla de tomate y cuando inicia la cosecha, bajo altas temperaturas de calor, cortan el fruto. Por cada cubeta de 20 litros llena de tomates les pagan 2.30 pesos. Trabajan de seis a siete horas a la semana, con uno de descanso. Para hacer ese trabajo la familia pasa seis meses en Jalisco y seis meses en Sinaloa. No tienen derecho a acumular años de antigüedad ni seguro médico fuera de los campos.
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La noche en que Jesús desapareció, su madre acudió a poner la denuncia por desaparición en la cabecera municipal de Encarnación de Díaz, pero no se la aceptaron. Le dijeron que tenía que presentarla hasta el día siguiente en el municipio de Lagos de Moreno, a 40 minutos de distancia en coche, donde está la delegación de la Fiscalía General de Jalisco, y donde tampoco se la aceptaron argumentando que no tenían “servicio”.
No pudo presentarla sino hasta cuatro días después, el 1 de noviembre. Entre el día 2 y 3 de ese mes, a Yuridia le pincharon un dedo para sacarle sangre como muestra de ADN. Luego, no recuerda cuándo, la Comisión Local de Búsqueda de Jalisco hizo una ficha con los datos físicos de su hijo que fue publicada en redes sociales.
Yuridia recuerda que durante meses un hombre a quien no identifica, estuvo llamándole a Jesús, insistiendo en que trabajara con él en “algo” donde ganaría más dinero. Pero no lo compartió con la Fiscalía por miedo a las represalias, temía que algo le pasara a sus hijas.
“Le preguntaba de qué era ese trabajo y él decía que no sabía, pero que no lo quería hacer. Ese señor le prometía que se iba a hacer rápido de mucho dinero. Mi hijo ya le había dicho varias veces que no a ese señor, pero no lo dejaba en paz”, cuenta.