MORIR EN TSOTSIL
Cuando en el mundo se imponían nuevas reglas sanitarias y de autoprotección para evitar el contagio, Micaela iba a trabajar a una empresa de comida congelada en Alabama, lo hacía por su esposo y sus tres menores hijos hasta que falleció. Por teléfono, el viudo comunicó en tsotsil la mala noticia a su suegra.
Además de Micaela que falleció en casa, hay otra indígena que a sus 55 años el virus la atacó en su vivienda de San José California, era originaria de Jaltocan, Hidalgo. Otras once murieron en el hospital, y de 16 de ellas, no se sabe.
Las muertes ocurrieron en California, Illinois, Washington, Carolina del Norte, Colorado, Wisconsin, Minnesota, Nevada, Georgia, y Arizona.
Micaela falleció en el estado de Alabama, según cuentan sus familiares.
A su hermano -único hablante de castellano en la familia-, el consulado le dijo por teléfono, que había que esperar el regreso porque las morgues estaban cargadas de migrantes muertos, pero en México, el presidente Andrés Manuel López Obrador,
presumía que Relaciones Exteriores, hacía un trabajo efectivo para repatriar los cuerpos.
PEREGRINAR EN LA MUERTE
Habían pasado cinco meses de la pandemia en Estados Unidos y las morgues y funerarias de New York estaban rebasadas, 709 familias mexicanas buscaban apoyo consular en todo el país para repatriar a sus difuntos porque temían que fueran enterrados en una fosa común.
En ese primer año, cada tercer día, prácticamente falleció un indígena mexicano por el virus. Esta investigación detectó 114 defunciones en los registros federales.
-¿Con esta situación, hasta cuándo íbamos a poder repatriarla?- recuerda el hermano de Micaela.
Oficialmente para traer a la tsotsil, su familia en Estados Unidos debió buscar a la autoridad local para obtener el acta de defunción, la apostilla, el certificado de embalsamamiento y el permiso de tránsito. El peregrinar no acababa ahí, estos documentos los debió presentar al consulado, que a su vez, tenía que regresarlos certificados.
Para contar con apoyo económico los trámites aumentan, pues hay que presentar una solicitud al consulado, el que -en caso de autorizar- entrega el recurso a las funerarias, no a las familias.
El esposo de Micaela se quedó paralizado por temor a que lo deportaran, además temía que no le entendieran su lengua tsotsil, así que fue su cuñado quien se encargó de decirle lo que debía hacer.