Desastre y desapariciones en Acapulco tras el huracán Otis (IV): Hipótesis sobre la información de los desaparecidos en el mar

Otro aspecto, que se verá más ampliamente en este artículo, es el forense, específicamente centrado en cómo buscar en un contexto tan problemático como el de la bahía y altamar, partiendo, además, de un rezago crónico estatal en materia de búsqueda de personas.

De primeras, lo que surge a cualquiera que se acerque al tema, es alguna de las w’s del periodismo, que, por sus palabras en inglés, aluden al quién, qué, dónde, cuándo y por qué de estas desapariciones en el mar. En las primeras horas, cuando no se contaba con una cifra de personas desaparecidas en el mar —como tampoco en los desaparecidos en deslaves o, simplemente, aquellos que, por la caída de las telecomunicaciones, no podían reportarse como vivos— le siguieron días en los que familiares y conocidos compartían a quién habían encontrado (vivo o muerto) o quién era verosímil que estuviera perdido en el océano.

Las autoridades intentaron recuperar el discurso, proporcionando sus datos y asegurando que los protocolos de búsqueda y entrega de cuerpos eran, dadas las circunstancias, los adecuados. Las cifras oficiales, desde los ámbitos local y federal (los ritmos y gates keeping de “la mañanera”), intentan llevar la pauta. Frente a ello, los familiares de quienes a día de hoy siguen sin ser localizados, denuncian negligencia, falta de medios, falta de voluntad y olvido.

Es en ese sentido, no sólo la cifra real, sino los nombres y apellidos, las circunstancias de las desapariciones e incluso el modo en que se encontraron a los cadáveres recuperados son difíciles de fijar. En situaciones tan complejas, con datos que muchas veces se arremolinan y se pierden, aunado a unas autoridades que priman la coherencia burocrática, la triangulación a partir de fuentes abiertas permite reunir información dispersa, así como perfilar los tiempos de las desapariciones en el mar.

Para ayudar a la discusión, propongo tres tablas con datos que ayuden a reunir y completar información que, a día de hoy, encontré desperdigada y, en ocasiones, presentada contradictoriamente, o de modo inexacto:

a) Tabla 1. Hipótesis sobre personas desaparecidas (mar y deslaves) tras el huracán Otis.
b) Tabla 2. Resultados de la búsqueda de embarcaciones y desaparecidos (2 de noviembre 2023-9 de enero de 2024).
c) Tabla 3. Hipótesis sobre cadáveres recuperados del mar tras el huracán Otis.

Cada tabla habla por sí misma y la información que se encuentra en ella puede comprobarse con los respectivos enlaces, sea en el apartado de fuentes —que he preferido conservar íntegramente— o, si era más pertinente una consulta en el cuadro, como enlace. Metodológicamente —es decir, lo que ha sido la cocina detrás de los datos—, mi primera búsqueda consistió en encontrar, con palabras clave, nombres o apellidos de personas desaparecidas, así como las circunstancias. A partir de ahí, fui tirando del hilo, comparando las notas que encontré. Eso me condujo a listas que se han ido publicando en prensa a lo largo de estos meses (y hasta el 7 de febrero de 2023), lo que permitió refinar las búsquedas, muchas veces, en una labor tediosa, pero necesaria.

Así, planteo —cuando ha sido posible— una identificación completa de la persona, la embarcación en la que trabajaba, a qué se dedicaba, y, en caso de tenerla, fecha y circunstancias de la aparición del cuerpo. Por tratarse de eventos en marcha, he conservado las capturas de la fuente utilizada (en algunos casos, hasta incluyéndolas en la información proporcionada). Igualmente, unas notas finales, tras el apartado de fuentes, ayudan a entender un poco más lo que explico.

En la Tabla 1, los datos están ordenados alfabéticamente a partir del apellido (la única excepción ha sido cuando reagrupo a familiares que, presuntamente, desaparecieron en un mismo evento). Esta tabla incluye también los desaparecidos por deslaves, ya que en una de las fuentes (un afiche del que proporciono fotografía) aparecen enumeradas estas víctimas, junto a los desaparecidos en el mar. Sin embargo, en la Tabla 3 el orden es por fecha del hallazgo del cuerpo, de la más antigua a la más reciente, ya que eso permite un mejor seguimiento del cómo se encontraron, así como otras circunstancias que ayuden a entender la desaparición o el proceso de búsqueda.

Al revisar las fuentes, he detectado algunos errores en la transcripción, por lo que he especificado la naturaleza de estas fallas (duplicación, nombre incompleto, nombre equivocado). Puede que, ante tantos datos, yo haya recaído en errores similares a los que quise enmendar. Aun así, espero que el volcar toda la información encontrada en este repaso exhaustivo de la prensa y otros medios de comunicación (redes sociales, comunicaciones oficiales), y el que cualquiera pueda ver cómo obtuve la información, excuse esos posibles fallos, y conmine a que otros, más avezados, subsanen y mejoren lo expuesto. En todo caso, mi reconocimiento a los periodistas, testigos de la catástrofe y familiares o conocidos de desaparecidos: proporcionaron toda la información que, en limpio o en bruto, sirve para lo propuesto.

Quizás lo reunido ayude en algo a lo sucedido tras el huracán y, sobre todo, abone tanto a suscitar críticas a algunas políticas post Otis, como a secar lagunas de información. Quien lea esto, que forme sus conclusiones. Las mías, aun esquemáticas, son:

1. Prensa y familiares o conocidos de víctimas han sido quienes han llevado la iniciativa en las denuncias y en los conteos de desaparecidos en el mar. El Estado ha actuado, pero con sus habituales burocracias godotianas (por el personaje que nunca llega en la obra del dramaturgo Samuel Beckett, Esperando a Godot, 1952), que, si bien no siempre son dolosas, se topan con que los hechos consumados lo sobrepasan.

2. El boca a boca —a veces, pólvora para rumores— dio pasos a listas rudimentarias (Excel, carteles en partes de Acapulco) que después se plasmaron de modo discontinuo en la prensa local. En esos casos, muchas veces se depende de los testimonios o de enumeraciones a viva voz (como misas, tal y como se ve en la columna cuatro de la Tabla 1, a partir de fuentes de Proceso), que pueden dar pie a errores en nombres de quien transcribe. Por su parte, las listas oficiales, tanto de desapariciones de personas como de barcos, han carecido de respaldo reiterado y se generan dudas sobre el conteo. Es cierto que el Estado debe hilar fino y no puede oficializar declaraciones o hipótesis, pero sí puede plantear como tentativas líneas de investigación sobre muchas circunstancias de las desapariciones en el (y de los cadáveres recuperados al) mar.

3. Un problema que lastra una ideal discusión pública es la polisemia de términos. El uso de «desaparecido» como sinónimo de «no localizado», el modo de presentar oficialmente la ubicación de los barcos desaparecidos (bajo el agua, por ejemplo), como si se hubieran recuperado, e, incluso, sinécdoques (la parte por el todo) burdas de sugerir que un barco fue hallado cuando sólo se había encontrado una parte de este, son extremos que generan incomprensión y confusión entre la ciudadanía.

4. A veces se publican errores de identificación, incluso de un cuerpo, y luego no se subsanan. Esto crea «no identificaciones» que amplían el desconcierto para el investigador que ve cómo una «no noticia» deviene en noticia básica para otras posteriores.

5. El asunto de los barcos es tan enrevesado como la multiplicidad de tipos de embarcaciones. Además, muchos barcos no estaban asegurados, mientras que otros, no sólo no estaban asegurados, sino que tenían a sus trabajadores laborando en la informalidad. Había que identificar qué barco desapareció, y quién era el que operaba como jefe en el día a día, pues los dueños de la propiedad podían estar lejos. A este problema para encontrar a quien pudiera proporcionar información para una búsqueda inicial pronta y diligente, se añaden factores relacionados con el barco como bien patrimonial. Por un lado, se requería el visto bueno de las aseguradoras para cobrar el seguro, lo que hizo que en la obtención de ese requisito se perdieran días de búsqueda. Por otro lado, los barcos encontrados se envían a baldíos, donde se desarman para aprovechar las partes. Desconozco si esas partes abandonadas, destruidas o reutilizadas se gestionan con los estándares periciales necesarios para ser consideradas como hipotéticos indicios o pruebas de las desapariciones en el mar.

6. La falta de medios de búsqueda (peritos, buzos, barcos, helicópteros) ha lastrado la recuperación de personas que hubieran quedado a la deriva o en los alrededores de un naufragio en unos días posteriores inmediatos a Otis. Los lapsos han sido demasiados y los medios todavía, son precarios, pero esos momentos posteriores al 25 de octubre (medidos en horas y días) fueron un tiempo perdido fatal.

7. Un núcleo de la desaparición fue la zona cero que se formó en la bahía, cerca de la Base Naval. Eso debería hacer que las autoridades pensaran, respecto al pasado, las negligencias en la comunicación de la magnitud del huracán (abuso de comunicación en redes sociales, sin contemplar otro tipo de opciones como perifoneo, pasquines o alarmas). Respecto al futuro, ¿qué se va a hacer en ese lugar, y otros, que son cementerios de embarcaciones y personas, para que no vuelvan a serlo y quizás agregar algo acá sobre memoria y dignidad? Esto incluye tanto a los poderes públicos, como a los empresarios.

8. La presión de los familiares generó el impacto suficiente para que se hablase en los medios de comunicación sobre los desaparecidos en el mar tras el huracán Otis en Acapulco. Esto puso en marcha deslindes competenciales, a veces de facto, otros de iure, así como una urgencia en el SEMEFO, registros civiles y otras instituciones vinculadas a entender una desaparición. Sin embargo, pareciera que son los familiares quienes han sostenido los ritmos y directrices con las autoridades, reconduciendo los medios oficiales para gestionar el descontento y remitiéndose, en último término, al caos que, si bien de por sí genera un huracán como Otis, puede verse agravado, como sucedió por un dominó de imprevisiones. Sería un alivio que esas mismas autoridades enmendaran las siguientes tablas que comparto, para que pusieran un orden no sólo potestativo, sino con el prestigio de lo verdadero.

Notas: F: Foto. La esposa de uno de los desaparecidos, Hurtado (15) aclaró que no se había encontrado el yate Bacchus, tal y como se dijo por la Marina en una “Mañanera”, sino únicamente “una funda de chalecos y un chaleco salvavidas”. Critica que se mantenga el número de desaparecidos en 7. La Marina, de hecho, dijo haber localizado los barcos: “Litos, Rose Mary Christine. Tourbillon, Acarey/Aca Rey, La Vagancia, San Ignacio, Sea Lady/Sir Lady, Pelágico, Vida, El Sereno y Bacchus”. Pero la crítica es a la deducción por extrapolación, es decir, afirmar que haya encontrado el yate completo a partir de la ubicación de las pertenencias. Aquí una captura de pantalla (a partir de Sur de Acapulco) de la información dada por la Marina el 20 de diciembre de 2023, para el período de búsqueda 2 de noviembre-19 de diciembre de 2023.

b) Tabla 2. Resultados de la búsqueda de embarcaciones y desaparecidos (2 de noviembre 2023-9 de enero de 2024) [2]