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¡Cuéntanos bien!

Miles de historias se visibilizaron para exigir esclarecer feminicidios y romper el sistema que no castiga a los agresores, sino a las mujeres

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¡Cuéntanos bien!



08 de marzo del 2024


Ahora no eran unas cuántas, era una tremenda y furiosa manada, como ellas mismas se autodenominaban en las consignas de este 8 de Marzo. Al unísono de “No somos una, no somos diez, pinche gobierno, cuéntanos bien!”, las mujeres que marcharon por las calles de Toluca demostraron que ya son miles las mujeres que rompen el silencio y que manifiestan su hartazgo por los dos feminicidios que ocurren cada dos horas, en México, de acuerdo con una de las colectivas universitarias. Salieron varias comitivas, las universitarias mexiquenses partieron del Parque Simón Bolívar y del Edificio Uaemitas. Llegaron estudiantes, profesoras de asignatura y de tiempo completo, administrativas y madres de familia con sus pequeñas hijas o hijos, incluso bebés. Fueron mujeres en sillas de ruedas, abuelas de diversas edades, algunas parejas hombres, pocos; mujeres longevas que ondeaban pañuelos o saludaban con los brazos extendidos a las caminantes, desde la ventana o desde el balcón de su casa. Desde ahí, varias mujeres que por razones de trabajo no pudieron acudir a la marcha, pero que se solidarizaron por instantes desde su lugar laboral, también ondearon manteles de restaurantes o pañoletas.  

Fue una reunión masiva de la hermandad, de la solidaridad, del desahogo y de la denuncia, que incluso arrancó lágrimas a mujeres que sólo pasaban por ahí, lloraron al ver a la comitiva gigantesca que abarcaba varias cuadras, otras derramaron lágrimas al recordar la agresión de la que fueron objeto.  

Ahora salieron más para decir ¡Basta ya de feminicidios! ¡Basta ya de violencia en contra de las mujeres y en contra de todo tipo de vida! Pero sobre todo para afirmar que “se va a caer… el patriarcado se va a caer” y para poner de manifiesto sus historias de sobrevivencia, historias de muerte feminicida de sus hermanas, hijas, sobrinas… o historias de abusos y acosos, como el siguiente caso de Lucero, quien llegó con la única compañía de su mascota, una chihuahua ataviada con gorra violeta en pro de la marea: 

“Lucho porque a mí me violaron, porque a mis cuñadas les tocó un mal hombre, por mi sobrina a la que mi hermano violó y ahorita está cumpliendo su sentencia, para que mis sobrinas que vienen más chiquitas no tengan qué pasar por esto y sean libres. (El proceso legal) sí fue difícil, moralmente, porque era familia (el agresor), pero yo fui la primera que impulsé a demandarlo porque aunque fuera familia lastimó a una persona y no era válido.” 

Hubo mujeres que llegaron de los distintos municipios mexiquenses, como Daniela Rosales, que sostenía un cartel con lo siguiente “No era madura para mi edad, era una niña”. Esa frase significaba que cuando fue adolescente sufrió acoso y violación de su ex pareja. Han pasado cinco años del suceso, pero al recordarlo le brotan las lágrimas, y menciona “era cinco años 

mayor que yo y yo iba a la secundaria en ese momento y abusó de mí, sexualmente. Que se haga justicia, porque él todavía sigue en la iglesia, a él no se le juzga igual como a mí. No he denunciado porque ahora ya no tengo las pruebas, sería mi palabra contra la de él”. 

Esmeralda, otra universitaria tiene muy preciso el motivo de su apoyo en la marcha: “Vengo por mi historia, no nos volvemos feministas por moda, nos volvemos parte de este movimiento por nuestra propia historia, por eso estamos aquí. Soy universitaria. Espero que el gobierno y las autoridades nos tomen en cuenta, más que como un movimiento, nos tomen en cuenta y resuelvan los casos de feminicidio. Venimos con amigas, nos juntamos a un colectivo y marchamos. Soy de San Felipe del Progreso, un municipio que sufre mucha desigualdad y machismo y por eso vengo también aquí”.  

Muchas voces se elevaron desde la escritura, miles de carteles expresaron las verdades que los gobiernos y las instituciones ocultan. Otras manifestaciones se externaron con pintura roja y huellas con los pies y con las manos, en los muros, en el piso; pegotes en donde se denunciaron nombres y apellidos de agresores. Sellos con frases alentadoras para las mujeres que han sufrido violencia: “No fue tu culpa”, “no estás sola”, “yo sí te creo”. 

Y estuvieron las iconoclastas, criticadas fuertemente por mujeres y hombres que al margen y fuera de las mareas verde y violeta observaron con recelo las acciones de las encapuchadas de negro, sin reparar en que este colectivo considera que es mejor derribar edificios y monumentos que derribar vidas humanas.  

En síntesis, este 8 de marzo se vivió la crónica de expresiones para acabar con un sistema de mentiras, de simulación, de tolerancia a los actos delictivos y de una profunda incomprensión e incapacidad para repartir una auténtica justicia para las mujeres y para las personas más vulnerables.  

 

 

 

 

Patricia Vega Villavicencio


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