21 de Marzo del 2025
Héctor Daniel Flores Fernández desapareció el 18 de mayo de 2021 de su casa de Guadalajara, en la colonia Vallarta; se lo llevaron personas que se identificaron como integrantes de la fiscalía estatal. Las investigaciones de su familia indican que el trabajador de 19 años, que vivía con su pareja, fue víctima de reclutamiento forzado. Desde entonces, el colectivo Luz de Esperanza, al que pertenece el padre del joven, Héctor Flores, ha sabido de la existencia de seis campamentos del crimen organizado en distintas regiones de Jalisco, y en Michoacán, Oaxaca y Zacatecas. Centros de adiestramiento como el que operaba en el rancho Izaguirre, en Teuchitlán.
El colectivo supo de estos lugares por víctimas que lograron escapar del encierro; algunas fueron reclutadas, señala Flores, para trabajo agrícola e incluso doméstico. Una mujer les contó que era obligada a cocinarle a los internos, mientras que un joven sobreviviente de la Ciudad de México relató que, de las 300 personas con las que convivía, muchas fueron llevadas a Sonora y Michoacán para trabajar en la pizca (cosecha), e incluso a Jalisco para la recolección de berries en la zona aledaña a Chapala.
El pasado 5 de marzo, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco reportó el hallazgo de restos óseos en el rancho Izaguirre, ubicado en la comunidad de La Estanzuela, en el municipio de Teuchitlán, a escasos 60 kilómetros de Guadalajara. Las buscadoras denunciaron la existencia de tres hornos crematorios, lo que fue negado posteriormente por
la Fiscalía General del Estado (FGE) de Jalisco. El lugar ha sido descrito como un
centro de adiestramiento y exterminio del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG).
Aunque fue
asegurado por la FGE en septiembre de 2024, las buscadoras encontraron el rancho abandonado y, dispersos en su interior,
más de 1,300 indicios, como zapatos, maletas, ropa, cobijas, cuadernos e identificaciones. Para Flores, esto evidencia una probable colusión o negligencia de las autoridades. "Nosotros creemos que es prácticamente imposible tener un lugar como estos sin la participación de la autoridad, tanto federal como local”, asegura en entrevista.
En los seis meses que transcurrieron desde que la Guardia Nacional ingresó en el rancho —tras recibir una denuncia anónima— y detuvo a diez personas, la fiscalía estatal incurrió en una serie de omisiones, detalladas por el fiscal general Alejandro Gertz en un informe ofrecido este miércoles: no se realizó la inspección “total” del lugar, no se ordenó la identificación de las huellas dactilares encontradas ni se investigó quién era el dueño del inmueble. Tampoco se establecieron “vínculos, encubrimientos y coparticipaciones de autoridades locales con cárteles delictivos que operan en la región”, dijo el funcionario, aunque una víctima declaró que fue secuestrada
en el municipio vecino de Tala por policías del lugar y llevada al rancho. La investigación de lo ocurrido en Teuchitlán estará a cargo de la Fiscalía General de la República.
Desde que desapareció su hijo, señala Flores, empezaron a hacer denuncias en los medios de comunicación, porque cuando iban a la FGE les advertían: “Antes de que salgan, los buenos y los malos van a saber que vinieron”.
Raúl Servín, integrante de Guerreros Buscadores de Jalisco, quien busca a su hijo Raúl Servín Galván, desaparecido el 10 de abril de 2018 en Tlajomulco, dice que, desde que ingresaron al rancho en Teuchitlán, en el colectivo han recibido mensajes anónimos por Facebook que les alertan de numerosas personas enterradas en los alrededores.
“Tenía un buen tiempo trabajando el lugar, pero hasta ahora se pudo lograr entrar y encontrar lo que encontramos”, afirma. “El gobierno a lo mejor estaba al tanto”.
Servín dice que es la cuarta vez que descubren lugares con hornos crematorios en Jalisco, y la primera que ingresan a un campo de adiestramiento. La persona que logró escapar del rancho y contactó al colectivo para informarles de su ubicación les dijo que pasaban días sin agua ni alimento, y las cerca de 280 personas que estaban recluidas, la mayoría hombres, eran golpeadas y asesinadas si no obedecían órdenes.
Desde que comenzaron a circular las imágenes del rancho, se ha encontrado otro centro de exterminio
en Reynosa, Tamaulipas, descubierto por el colectivo Amor por los Desaparecidos, y
el periódico AM informó sobre el hallazgo, en enero, de un campo de adiestramiento en Yuriria, Guanajuato.
Para el antropólogo Óscar Misael Hernández Hernández, estos espacios existen gracias a las “zonas de silencio” que se crean a su alrededor. No solo comparten características físicas como aislamiento y lejanía, y estar en lugares poco poblados y de difícil acceso, sino también la “autocensura”, tanto de los habitantes como de los medios de comunicación y de las autoridades, por miedo a represalias del crimen organizado y del propio Estado.
“¿Le toca a la señora que vende aguacates denunciar, atentando contra su propia vida? Yo creo que no. El problema es el avance territorial de estos grupos y la dificultad de alzar la voz frente a esto, el sometimiento absoluto”, dice la investigadora y académica Rossana Reguillo.