El pensar que las ideas y propuestas de un candidato, por muy descabelladas que parezcan, son justificables sólo porque tenemos encono declarado al otro partido -las cosas como son, el PRI- o en su defecto, que no representan una amenaza al progreso de un país porque estamos acostumbrados a que los políticos no cumplan sus propuestas, es pecar de ingenuo. Ad extremum.
Es evidente de qué estoy hablando. La sola idea de una Constitución Moral como tuvo el atrevimiento de proponer Andrés Manuel López Obrador es antidemocrática y totalitarista. Como mínimo, extremadamente peligrosa para los derechos individuales del ciudadano. Por definición, hipotéticamente iría enfocada a dictar los axiomas del colectivo basado en las filias y fobias de un grupo de notables “filósofos (¿De qué corrientes y espacios académicos?), antropólogos, psicólogos, especialistas (¿en qué?), escritores (¿de qué?), poetas (poetas dictando el máximo órgano legal para el que se va a conducir los individuos de un país, me encantaría ser la mosca en la pared), activistas, indígenas y líderes de diferentes religiones (¿Y los ateos? ¿No entrarían en el espectro moral de las religiones entonces?”)” seguramente afines a las ideas de López Obrador. Digo, y de forma muy personal, si quienes van a elaborar esta constitución moral van a ser personajes como John Ackerman o Pedro Salmerón, cuya única interacción con ideas opuestas a ellos se basa en “mentarle la madre” para luego bloquear de redes sociales (es una historia real esto), me cuesta creer que se permita una pluralidad de posturas.
Ahora, en el caso específico del talante “moral” que se le pretende dar, ni la moral ni la ética (que no son el mismo concepto, pero eso es algo que deberían de saber los filósofos que quiere abrevar AMLO) son para usarse como norma jurídica suprema de un estado, que es justamente la constitución. El gobierno puede decir a los ciudadanos qué es legal y qué no, pero qué es el “bien” y el “mal” es algo que queda en cada persona.
Sé que existe ahí afuera gente harta de la comparación de cómo podría convertirse México en Venezuela. Para quién haya llegado a este punto (los menos, me atrevería a decir) sólo comentaré lo siguiente: ni siquiera Venezuela esperaba convertirse en Venezuela y tener la hiperinflación de cuatro dígitos que tiene hoy en día. En 1998 parecían tan confiados en que su desesperación por el gobierno de Rafael Caldera generaría en el candidato Chávez el cambio que necesitaban. Las cosas, a pesar de estar mal, siempre pueden ponerse peor. Que ni siquiera se tome con una regla política, es algo que pasa en la vida.
Volviendo a esa odiosa comparación que encenderá a más de un partidario de Morena, quiero que se tome en cuenta el artículo 273 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela:
“El Poder Ciudadano se ejerce por el Consejo Moral Republicano integrado por el Defensor o Defensora del Pueblo, el Fiscal o la Fiscal General y el Contralor o Contralora General de la República. Los órganos del Poder Ciudadano son la Defensoría del Pueblo, el Ministerio Público y la Contraloría General de la República, uno o una de cuyos o cuyas titulares será designado o designada por el Consejo Moral Republicano como su Presidente o Presidenta por períodos de un año, pudiendo ser reelegido o reelegida.” Consejo Moral Republicano. Y el presidente de este consejo, Tarek William Saab, es alguien tan adherido al gobierno venezolano que incluso acusó recientemente al gobierno del país vecino, Colombia, de querer bombardear a Venezuela, sin tener pruebas.
De la ideología Juche que domina Corea del Norte encarnada en sus supremos líderes -Kim Il-Sun, quien aún décadas después de muerto ostenta el título de presidente, Kim Jong-Il y Kim Jong-Un- ni hablemos. Es una expresión aún más conspicua de cómo termina un pueblo que confunde lo moral con lo legal, y deja que lo primero se imponga sobre la conducta de un país entero.
Pareciera que AMLO terminó de enloquecer. Él mismo dijo que gobernaría “rayando en la locura”. Nadie está inventando esas palabras. Él lo dijo. Se puede encontrar con una búsqueda relativamente superficial. Está prometiendo ser un mandatario loco, ¿en serio no se dan cuenta? Y lo está cumpliendo. Él, el juarista tan ferviente que tardó 14 años -1973 a 1987- en graduarse con una tesis al respecto de la época del “Benemérito de las Américas” y que ni así reconoce un Estado laico. El mismo que quiere que la moral (insisto, ¿moral de quién?) sea el órgano rector de millones, pero no tiene desvelo en juntarse con líderes sindicales famosos por su presunción de corrupción como Gómez Urrutia y Elba Esther Gordillo.
Todo vale porque odiamos al gobierno. Andrés Manuel López Obrador está a dos discursos de ofrecer prenderle fuego a todo México para, después de gobernar sobre las cenizas, ahora sí construir un pueblo a imagen y semejanza bajo la fachada barata del “vox populi vox dei”, el cual ya está más que efervescente porque él mismo supo capitalizar las estupideces del PRI.
Y la parte más ridícula, ilógica, irreal, oscura y estúpida es que, sin importar las lecciones que la Historia mundial nos ha dado, sin importar lo que el mismo AMLO diga, habrá un bloque muy duro que defenderá con el garrote del insulto, como mínimo, lo que diga el candidato. Al fin y al cabo el punto es quitar al PRI, sin importar que estemos peor. Odiamos ese logo y todo lo que representa, y estamos dispuestos a sacrificar lo poco que nos queda en aras de una norma jurídica suprema impuesta por la mera moral.