Sin rodeos: los periodistas, analistas políticos, académicos y otros actores que emiten opiniones en medios masivos y son seguidos por un público deben ser ubicados por su ideología por parte de la población para que entiendan qué sostiene sus posturas.

Lo deseable sería que al menos los periodistas y analistas declararan su ideología para que el público sepa a qué atenerse, de otra forma no sería menos que un intento de estafa. Deben tener el valor moral y el nivel para afirmarlo al mundo.

Es muy relevante que sus seguidores los ubiquen por su ideología como conservadores o liberales –con sus respectivos matices como son las posturas radicales de cada extremo- o bien simplemente no saben de qué hablan y sólo siguen la inercia.

Es así que vemos posturas totalmente opuestas sobre un tema por parte de analistas como Lorenzo Meyer y Héctor Aguilar Camín, el primero de liberal y el segundo conservador; si los vemos desde el cristal que les corresponde entonces comprendemos qué los mueve o qué podemos esperar apoyados en la historia porque –curiosamente- el debate no ha cambiado en siglos entre los que quieren que gobiernen las mayorías y otros las minorías.

Lucas Alamán por ejemplo afirmaba en la época de la Reforma en el siglo XIX que no debía darse el voto al pueblo porque era ignorante y no tenía la capacidad para decidir –conservador-, mientras que los liberales opinaban lo contrario. El tiempo resolvió en favor de un bando.

Lo que parece una lucha eterna sigue presente hasta nuestros días con actores de todos tipos que ocupan los espacios de opinión y el debate público, claro, bajo la máscara de conocedores, expertos, académicos, periodistas de amplísima experiencia y hasta algunos que casi se proclaman como magníficos como aquel que se nombra “padre del análisis económico superior”.

Por poner un ejemplo a este personaje David Páramo lo podemos ubicar dentro del grupo conservador que –como hace siglos- insiste en que los empresarios son quienes deben gobernar el país y por si fuera poco, administrar las riquezas porque supuestamente son los más capacitados, superiores y en algunos casos porque Dios así lo quiere. Odian todo tipo de garantía social como son los apoyos directos a las clases necesitadas, las garantías laborales, los sindicatos, la salud y la educación pública, entre otros.

Es una postura que viene desde hace siglos y prácticamente no ha cambiado nada; el discurso es el mismo por lo que sus palabras se pueden leer como un libro abierto que ya no sorprende. Incluso las mentiras son las mismas.

En el otro extremo está Alicia Bárcenas, la actual directora CEPAL, quien sostiene que el desarrollo de los pueblos debe ser integral en un marco democrático. Llevar apoyos a los campesinos, a los industriales o la academia, entre otros. En un juego ocioso podríamos decir que su contra parte es José Ángel Gurría, titular de la OCDE que es una organización de corte neoliberal conservadora.

En mi caso me declaro liberal, lo afirmo ahora y lo he dicho desde hace ya un buen número de años, más aún a partir de que incursioné en el periodismo de opinión porque no quiero engañar a los que se toman el tiempo de atender a este analista.

En resumen, por ejemplo, podemos poner en el bando conservador a Joaquín López Dóriga, Pablo Hiariart, Ricardo Alemán, Carlos Loret, Raymundo Rivapalacio, Adela Micha, Pepe Cárdenas, Ferris de Con, Juan Pardinas, los Alebrijes, Denisse Dresser, Jorge Castañeda, Pascal Beltrán, y muchos otros que por espacio no los enumero.

Liberales podrían ser Lorenzo Meyer, Julio Hernández, Carmen Aristegui, Alvaro Delgado, Jenaro Villamil, Alfredo Jalife, Sergio Aguayo, José Antonio Crespo, Hernán Gómez, Hibram Ramírez, José Reveles y una serie de reporteros de investigación que han sacado a la luz numerosos casos de corrupción en los últimos años, entre otros.

En el caso de mis colegas periodistas los exhorto para que se definan y lo digan abiertamente a su ideología o bien a que hagan un examen de conciencia para saber dónde ubicarse. También hay quienes ignorancia o porque se dejan llevar por la corriente no sabrían qué decir.

Es momento de que caigan las máscaras.