Muchos festejamos el primer año del cambio de modelo económico que quedará grabado en la historia como el fin de una etapa oscura de casi cuatro décadas y el inicio de un nuevo periodo que deseamos sean de crecimiento, dignificación de México y sus pobladores, así como de desarrollo social y humano.

Como si hubiera sido una amarga pesadilla que comenzó a mediados de los ochenta con Miguel de la Madrid cuando se empezó a adoptar el liberalismo económico que sacó y casi mandó al desván al liberalismo social impulsado desde el cardenismo, ahora muchos mexicanos ven una mejor perspectiva de vida.

El primero de julio del 2018 el triunfo del presidente Andrés Manuel López Obrador fue aplastante y no hubo campaña negra que lo detuviera, por el contrario, los boicots hicieron que sus adversarios perdieran votos, mismos que se sumaron al tabasqueño. Una población harta de que los engañaran y un canal libre de comunicación como fueron las redes sociales sepultaron las intenciones de los neoliberales de mantenerse en el poder.

La derecha o los conservadores –hablando en términos históricos- no se resignaron a perder el poder de nueva cuenta, como ocurrió al término de los movimientos armados de la independencia a la fecha, e insisten en degradar y descalificar cada paso y cada palabra que dice López Obrador: cada acción se descontextualiza y se hace propaganda alrededor usando a su equipo de comunicación con el que siempre han contado, venido a menos, por cierto.

Los “tecnócratas” salieron a la luz como en su momento los autonombrados “científicos” del porfiriato, igual de arrogantes, pero con mucho menos resultados porque gobernaron pésimo los seis años de Enrique Peña.

Los que “dominan la técnica” tienen una visión muy peculiar: aseguran que a partir del libre mercado México generó riqueza, crecimiento y una mejor calidad de vida. Sorprende su optimismo y claro que me gustaría tener los lentes con que ven nuestra realidad, porque donde muchos vemos rezago social, ellos ven panoramas como los de Finlandia o Noruega.

Debo reconocer que la intensa y millonaria campaña de propaganda convenció a buena parte de la población de que el actual gobierno está tomando malas decisiones, ¿cuáles?, no saben en realidad pero repiten letra por letra lo que les dictaron desde todos los espacios posibles, especialmente la prensa.

A un año del 1 de julio y a siete meses de gobierno formal de López Obrador el cambio de modelo económico fue una decisión acertada, pese al agresivo escenario y las tormentas que se avecinaban por parte de los poderes fácticos que vieron severamente afectados sus intereses cerrarles la llave de los contratos públicos “leoninos”, de las concesiones, del manejo del presupuesto y en general de todos los excesos a los que estaban acostumbrados.

Les sangran los ojos y oídos porque López Obrador diario sostiene un diálogo directo con la prensa y contesta sin filtros; que canalice recursos para programas sociales que se entregan de forma directa como a los adultos mayores y el de capacitación para el trabajo –que con mala intención le llamaron de “ninis”-; que no derroche fortunas en lujos y no sea ostentoso; que les cortara los “chayotes” a varios cientos de periodistas que cobraron fortunas amparados en páginas de internet que nadie visitaba; que su forma de comunicar sea directa y no interpretada por los periodistas, es decir, se acabaron los engaños.

La lista es enorme, pero una que resalta y que pocos entienden es que no les dé importancia a las amenazas de las calificadoras internacionales, y menos a las nacionales, porque sabe que son gánsteres que históricamente han jugado un papel de extorsionadores para que los gobiernos hagan lo que ellos y la banca internacional dice, por el contrario, se atrevió a burlarse de ellos y decir que se equivocan en sus augurios.

Sin duda inicia un periodo que muchos no pensamos ver por lo infranqueable de las barreras que ponían los neoliberales para perpetuarse en el poder; tal vez no contaban con que su propia voracidad, arrogancia y su “autismo”, los sacaría del gobierno y con pocas posibilidades de reponerse en el mediano y largo plazo.

A un año del primero de julio empezamos a salir del oscurantismo en que lo tenía sumido los que se sentían amos de México.

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