11 de agosto de 2020

Alma Ríos

Matilde era obrera en la fábrica Mundo Dulce, hasta hace cinco meses que quedó desempleada a consecuencia de la pandemia, lo que la orilló a vender ropa usada en el tianguis de los lunes en San Mateo Otzacatipan para sacar adelante a sus tres hijas.

En la calle Josefa Ortiz de Domínguez, de esta localidad, abundan historias de desempleo como la de Matilde, donde los ropavejeros se multipicaron en los últimos dos meses.

“Esto solo lo hacemos para tener algo de dinero, no por gusto”, señaló Sabino González, un albañil recién llegado.

En el segundo trimestre de 2020, en el país 4.4 millones de personas perdieron o renunciaron a su empleo o cerraron su negocio debido a la emergencia sanitaria, según la Encuesta Telefónica de Ocupación y Empleo (ETOE) 2020, al corte de junio.

“En la fábrica nos dijeron que nos fuéramos a descansar una semanas mientras se tranquilizaba esto, hace 15 días nos mandaron a traer para decirnos que ya era baja definitiva. Tuvimos que sacar cositas para vender, para la comida”, señaló Matilde.

El mismo estudio reflejó que de mayo a junio aumentó a tres millones el número de personas ocupadas en el sector informal.

La incorporación de más personas en la informalidad ha bajado las ventas de aquellos que desempeñan esta actividad desde tiempo atrás.

“Me he visto en la necesidad de bajar mis precios, casi a la mitad”, señaló Marco Antonio García, quien también es técnico electricista y padre de cuatro hijos.

La creciente presencia de estos vendedores incomoda a algunos vecinos, como los de Otzacatipan, que exigieron al gobierno municipal llevar a cabo operativos para retirarlos.

Ellos temen que la presencia de los vendedores de ropa usada facilite la propagación del SARS-CoV-2 en esta comunidad, que de por sí ocupa los primero lugares con más casos y defunciones a causa de esta enfermedad, a nivel municipal.

Aunado a ello, comentaron que los puestos donde instalan la mercancía dificultan la movilidad en la zona y podría generar un accidente.