27 de diciembre del 2020
LA EDUCACIÓN Y LA EDUCACIÓN JURÍDICA EN LA UNIVERSIDAD
Hablar de educación en México es tratar de una de las grandes deudas pendientes que ha tenido por siglos el Estado mexicano con sus ciudadanos. Es notorio que el Estado puede entenderse como la organización social ideal para que el ser humano pueda lograr sus satisfactores de forma integral, de otro modo, valdría más vivir como ermitaños en una isla desierta.
Sería incorrecto pasar por alto que la educación, como uno de los fines del Estado, no es el principal fin, pese a que muchos estudiosos consideren que la educación debe ser el eje rector del desarrollo humano dentro de una sociedad, puesto que es indudable que antes de ser educado, un ser humano pretenderá con desesperación satisfacer la seguridad de su propia existencia a través de su alimentación y su resguardo material, en algo que podríamos considerar en términos felices como un hogar.
En palabras más claras e incluso simples, podemos sostener que no podríamos ser educados si no somos alimentados y si no vivimos en un ambiente carente de hostilidad. El gran índice de analfabetismo que existe en México se debe en gran medida a un abandono por parte del Estado de grandes sectores de la población sumergidos en la pobreza extrema, que no han tenido y no tendrán la oportunidad de adquirir saberes que vayan más allá de los necesarios para poder subsistir.
De ahí que para tocar el tema de la educación jurídica universitaria resulta necesario considerar aspectos fundamentales de la educación como uno de los fines no prioritarios del Estado, pero cuyo desarrollo puede detonar en grados óptimos la satisfacción integral de las necesidades de todos los integrantes de una sociedad.
Sin soslayar el abandono estatal para con las necesidades prioritarias de los seres humanos sociales, debe decirse que la educación debe abarcar el desarrollo personal, el desarrollo cultural y el desarrollo universal de todo ser humano integrante de una sociedad.
Al respecto resulta interesante analizar las diversas percepciones que sobre la educación se han tenido a través de la historia de la pedagogía. Aristóteles considero que: “educar, consiste en hacer reales las posibilidades potenciales del educando”. Por su parte Quintiliano afirmó que: “la educación consiste en hacer del educando un hombre lo menos imperfecto posible”.
Esta perspectiva del célebre Quintiliano lleva a establecer que el ser humano es imperfecto por naturaleza, de donde se sigue que la educación, a primera vista, será la actividad estatal encargada de reducir el grado de imperfección del ser humano y apuntalarlo para lograr su perfeccionamiento en todos los aspectos de su vida humana.
Rousseau refirió que: “…el niño ha de ser niño antes de ser hombre, reconociendo que todas las edades tienen su intrínseco valor, señala el propio pedagogo que la educación es el desarrollo armónico de la personalidad”. El ilustre sociólogo vislumbró un aspecto esencial de la educación, pues reconoció la naturaleza evolutiva del ser humano, ya que no puede educarse de la misma forma a un hombre que a un niño, por lo tanto, la educación debe ser proporcional con el grado de madurez del educando.
El interesante punto de John Stuart Mill dice que: “…la educación tiene por objeto hacer del individuo un instrumento de dicha para sí mismo y para todos los demás”. Este filosofo utilitarista pone sobre la mesa la importancia de que la educación sea tendente a que el educando sea feliz, en otras palabras, que logre la satisfacción de vivir a través de la educación, la que deberá darle las herramientas para que satisfaga todas sus necesidades, logrando la dicha para sí mismo y para todos los demás.
Como se ha mencionado, la educación tiene que ver con el desarrollo humano desde la perspectiva personal, pero también desde la perspectiva social, es decir, la educación debe estar encaminada a que el individuo se logre personalmente y que esta sea la catapulta para que incida en el desarrollo de la sociedad en la que vive. Francisco Larroyo refiere: “Las funciones de la educación son: la conservación, crecimiento y continuidad de la cultura”.
Este autor mexicano prioriza la importancia de la educación en el aspecto cultural en detrimento del desarrollo personal del ser humano, es decir, que prioriza el ajustamiento del ser humano a una cultura preestablecida sometiéndolo a lo ya construido, aunque con posterioridad en su obra matice lo anterior, al hablar de educación espontanea o refleja y educación intencionada.
A manera de crítica a lo referido con anterioridad, siguiendo a John Dewey, puede sostenerse que: “Los que recibieron educación, son los que la dan, los hábitos ya engendrados tienen una profunda influencia en su proceder. Es como si nadie pudiera estar educado en el verdadero sentido hasta que todos se hubieren desarrollado, fuera del alcance del prejuicio, de la estupidez y de la apatía”.
Esta tesis de John Dewey lleva a reflexionar que la educación en casi todas las partes del mundo, sea en un ambiente desarrollado o no desarrollado es obligatoriamente conservadora esto es, es instructora del conservadurismo y de ningún modo permitirá que permee en los educandos el fuego del cambio, de la crítica, de la invención, de la reacción, o de la revolución.
Como se ha visto, las diversas perspectivas que sobre la educación tienen los diversos filósofos pedagogos, indican que el grupo social impone el aprendizaje como un mecanismo para que los educandos se adapten a la colectividad y a los requerimientos de esta, mutilando su capacidad inventiva, su capacidad crítica, y su necesidad natural de cambio hacia algo nuevo e insospechado, como lo tuvieron los primeros seres humanos que pisaron la faz de la tierra.
El conservadurismo que hemos mencionado también tiene un lógico origen en la familia nuclear, que es el estrato en el que primigeniamente se enseña a los niños a temer, a sentir miedo de los fenómenos naturales y de los peligros que aquejaron a sus padres, quienes por su sentido de conservación comparten sus miedos y temores con sus descendientes para que estos conserven la vida y logren desarrollarse, sin reparar en que ese modo de educación inhabilita a los educandos para poder ser partícipes y engranes del cambio universal.
En este tema es destacable hablar de la opinión de Hannah Arendt, quien mencionó lo siguiente: “…precisamente para preservar lo que es nuevo y revolucionario en cada niño debe ser la educación conservadora; debe proteger esa novedad e introducirla como un fermento nuevo en un mundo ya viejo que por revolucionarios que puedan ser sus actos, está, desde el punto de vista de la generación siguiente, superado y próximo a la ruina”.
Todo esto nos dirige a reflexionar sobre la necesaria universalización de la educación, ya que ésta no debe limitarse a introducir al educando en la cultura exclusiva en la que se desarrolla, sino que debe partir de que el conjunto de culturas estructura lo que denominamos civilización, de otro modo, la educación debe instruir al educando para que conozca y comprenda a la civilización en la que le tocó vivir, sin limitarlo culturalmente a una región en la que por circunstancias naturales o designios divinos nació y se desarrolla.
Al respecto Paul Feyerabend refiere: “…no negamos las diferencias existentes entre lenguajes, formas artísticas o costumbres. Pero yo las atribuiría a los accidentes de su situación y-o a la historia, no a unas esencias culturales, claras, explicitas e invariables: potencialmente cada cultura es todas las culturas… si cada cultura es potencialmente todas las culturas, las diferencias culturales pierden su inefabilidad y se convierten en manifestaciones concretas y mudables de una naturaleza humana común”.
Esta afirmación de Feyerabend rompe con muchos esquemas que intentan individualizar a las culturas y con ello individualizar también a la educación, por lo que, si se toma por valido el razonamiento de Feyerabend, entonces, la educación debe estar enfocada a que el educando se universalice de saberes sobre las civilizaciones y que con base en ello, sea propenso al cambio, a la crítica, a la invención, a la reacción y si es preciso a la revolución; todo ello enfilado para lograr su satisfacción personal y la conservación de su especie.
Ahora, direccionando todo lo afirmado a la educación en México, tenemos que los esquemas educativos han logrado menos que lo mínimo y con ello han creado educandos y ciudadanos cortos de miras e inhabilitados para tener una prospectiva de cambio, para generar críticas, para generar invenciones, para reaccionar, o para causar revoluciones del conocimiento, frente a estados de cosas desfavorables, no solo para su supervivencia sino también para la satisfacción de sus necesidades prioritarias.
En este esquema, la universidad juega un papel sumamente importante al erguirse como un estrato de educación superior y habilitador principal del educando en su etapa madura, en la que de modo idóneo se conecte con la sociedad y su realidad para aplicar su conocimiento universal con la plena satisfacción de que lo que hace, es lo debido, pues sería incongruente “hacer lo que no se quiere hacer.”
El Diccionario de la Real Academia Española define “universidad” de la forma siguiente: “institución de enseñanza superior que comprende diversas facultades. Según las épocas y países puede comprender colegios, institutos, departamentos, centros de investigación, escuelas profesionales, etc.”. Esta definición se conecta medularmente con la educación universal sobre la civilización, ya que la universidad debe ser el centro de depuración epistemológica sobre lo ya conocido en etapas primarias.
Por lo tanto, la educación jurídica universitaria no puede escapar a ese estado de cosas y viene a ser llamada como un estrato epistemológico de educación universal en cuanto al derecho de las civilizaciones, tomando al derecho desde todas las perspectivas conocidas, es decir, como hecho social, como norma, como valor o como poder. La educación universitaria jurídica debe desarrollar la depuración del saber del derecho ya traído por el educando en etapas anteriores de su vida.
Dicha educación universitaria debe estar cierta de que el conservadurismo envejece y puede llevar a la ruina a todo un pueblo, de tal manera que debe ser obligación del Estado educador imbuir en los educandos universitarios de la jurisprudencia, la propuesta de cambio, la crítica, la invención, la reacción y la revolución como posibles directrices de la supervivencia o del mejoramiento de las sociedades.
Desde este ángulo es notable que el experto en jurisprudencia tiene como misión provocar que el Estado ejerza a cabalidad sus funciones y ejecute todos y cada uno de los fines que justificaron su creación, en otras palabras, al ser el Estado una creación de la sociedad, la que a su vez está regida por normas autoimpuestas para su mejor convivencia y el logro de su felicidad, entonces, el jurista conocedor de la civilización deberá construir soluciones normativas eficaces y válidas para que el comportamiento del ser humano individual y social dentro del Estado, pueda satisfacer sus necesidades integrales, accediendo con ello, no solo a una satisfacción material, sino a la satisfacción global como ser humano consciente de su lugar y del valor de su opinión y participación en su organización, esto es, que su accionar puede ser trascendental.
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Candidato a Doctor en Derecho Judicial
Maestro en Justicia Constitucional
Especialista en Derecho Procesal
Especialista en Derecho Penal
Diplomado en Juicios Orales
Académico y Abogado
ka.ray@hotmail.com