19 de enero de 2021


La semana pasada me acerqué a dos buenos amigos, un político de izquierda de reconocida trayectoria y un experto en Derecho Constitucional, para plantearles una cuestión muy concreta, un tema que llevaba varias semanas dándome vueltas en la cabeza. La cuestión era si al Estado de México le urgía realmente una reforma constitucional, se los planteé así directo, anticipándoles por supuesto mi opinión y la idea central de mi argumento en contra de eso que se emplaza a ser un montaje, con una agenda oculta que aún no conocemos. En automático ambos me contestaron con un rotundo NO.

No revelaré los nombres por supuesto, porque les pedí su opinión Off The Record, a fin de que se explayarán y poder intercambiar libremente puntos de vista, por lo tanto no puedo hacerlo. Sin embargo si puedo delinear más o menos el contenido de sus posturas y la mía propia, salvo claro si en algún momento ellos quieren hacer referencia a esta columna.

El punto surgió por la profusa difusión que comenzó a hacerse en la Legislatura Local a estos trabajos convocados por el senador de Morena Higinio Martínez, quien como se recordará el año pasado y en plena pandemia, presentó una agenda legislativa que nos quisieron vender como "ciudadana" consistente en dos puntos centrales: partir en dos Ecatepec (para repartírselo bien entre el PRI y quien pueda, creo) y una reforma Constitucional, sin adelantar nada más.

Si bien la iniciativa de Ecatepec no sé en qué paro aunque si recuerdo la hilaridad y teorías que desató, el tema de la nueva Constitución fue impuesto con una rapidez atropellada que en un tris involucró a los tres poderes, expertos experredistas convertidos ahora en académicos y ¡oh sorpresa!, muertos vivientes del priísmo de la vieja guardia, cercanos al Grupo Atlacomulco y al actual ejecutivo estatal, y hasta personajes de cuestionada trayectoria que se han convertido en alfiles del gobierno mexiquense para todo, pero para todo lo peor que no opera en la entidad, como el sistema anticorrupción...

Pues bien, volviendo a mis fuentes consultadas, el académico que respondió que no, que en realidad no se necesita una reforma constitucional de manera urgente, aclaró su postura al destacar que para que opere el Estado se requiere una mayor participación ciudadana y que ello es un tema de corresponsabilidades.

Mi pregunta para él fue la siguiente: ¿Pero como van a operar las instituciones en Edomex si estas están al frente de funcionarios corruptos? Insistió en su punto y coincidimos que es un tema a debatir, no la Constitución Política actual, sino la corresponsabilidad ciudadana, paralelo al primer punto.

En el caso del político, quien formó parte de una de las Legislaturas con la izquierda más combativa de las que se hayan tenido en los últimos 30 años en Edomex, después de su respuesta de un rotundo no, me aseguró que en realidad se trata de una maniobra de Higinio Martínez, para "darle una cara de avanzada", que las dos más grandes reformas fueron una en el gobierno de Emilio Chuayffet "que introdujo la democracia directa o participativa" con instrumentos como la referéndum y el plebiscito pero que no fueron al final reglamentados; y una segunda, en la 53 Legislatura de gran alcance electoral y municipal, así como la creación de un OSFEM auténticamente autónomo y con amplias capacidades fiscalizadoras. Esta última, me recordó, fue vetada por Arturo Montiel.

De lo anterior y conociendo al senador como lo conoce, resumió que en realidad se trata de una maniobra del exalcalde de Texcoco y varias veces diputado. Yo creo que busca proyección para fortalecer su imagen como "candidateable" a la gubernatura. Lo que no sabemos en realidad es si el gobierno mexiquense está respaldando la propuesta del legislador, o éste adopto como propia un proyecto que en realidad es de Alfredo del Mazo, lo que explicaría los personajes del PRI controlando el escenario.

Por otra parte, los lazos que unen a don Higinio con la clase política priísta parecieran más fuertes que su vocación auténticamente de izquierda progresista. Esto queda claro al observar con detenimiento a quienes se fueron integrando en los trabajos tanto para coordinarlos como para dirigirlos. Palmira Tapia y el priísta de siempre, comodín de los gobiernos priístas en turno, Mauricio Valdés Rodríguez -casualmente también originario de Texcoco- no parecen la mejor fórmula democrática y de avanzada para empujar cambios que beneficien a los ciudadanos antes que a los grupos de poder, hoy más que nunca amenazados con el avance de Morena. Así las cosas, lo que al final podríamos obtener no es precisamente una reforma constitucional "de gran calado", como se nos dijo, sino una contrarreforma, pues como señalo uno de mis entrevistados, si en todo caso se requiere una reforma constitucional, ésta deberían impulsarla no los actuales grupos, sino un "nuevo Ejecutivo y Legislativo". Coincido. Sería mejor que en este punto, Morena cuidará por preservar la Constitución como se encuentra hasta octubre del 2023 o en todo caso hacer muchos, pero muchos ajustes legislativos profundos que realmente si hacen falta.

Por otro lado, algunos de los avances democráticos que surgieron de esos dos procesos de reforma constitucional, fueron deshabilitados, por decirlo así, por los ejecutivos en turno, con ayuda de muchos de los que actualmente están insertados en la 60 Legislatura bajo el signo de Morena, pero que al final son los mismos, parte de esa enorme fila de políticos con disfraz de izquierda que entran y salen a escena, según lo requieran los dueños del teatro.

¿Mi punto?, mi punto es que lo más más urgente que requiere el Estado de México no es una Constitución Política nueva, sino que hagan funcionable lo ya existente, pero sobre todo que se desmonten las estructuras institucionales y legales que hacen posible el mayor problema histórico del Estado de México: la corrupción.

Si Higinio Martínez y compañía quieren hacer historia, ahí lo tienen.

Por cierto que una de mis fuentes consultadas resumió lo que en realidad será eso: "un parto de montes... o sea puras jaladas!".

También coincido.

PARA IRME

El proceso electoral que ya está en marcha apenas inicia y ya comienza a calentarse. La vuelta a escena -ja! por cierto- del grupo pesado del PRI-, permite avizorar en lo que podría convertirse el proceso: una carnicería en la que estarán dispuestos a todo para recuperar el control de los algo así como 50 municipios que perdieron en 2018, pero sobre todo el control legislativo, algo que de facto me atrevo a asegurar que ya tienen, salvo destacadas excepciones.

Desde la llegada de Ernesto Nemer a la Secretaría General de Gobierno -después de encabezar el fracaso del 2018 y de trabajar hombro a hombro con Enrique Peña Nieto y su gobierno de saqueos y masacres-, no podemos esperar nada bueno, si a eso agregamos la suma de exfuncionarios de los gobiernos de Eruviel Ávila y del propio peñanietismo al equipo convocado para dirigir los trabajos desde el PRI, estamos muy muy lejos de tener elecciones libres. Mi pronóstico es que habrá fuertes presiones sobre el electorado como ocurrió en 2018, por lo que la actuación del árbitro electoral será más vital que nunca, pero también más observada que en el pasado.

Por cierto que la estrategia del PRI no se reduce a los cambios y personajes de vuelta, comenzó con el consabido desdoblamiento del tricolor en pequeñas facciones, vía "nuevos partiditos", obvio con la estrategia consabida de dividir lo más que se pueda el voto. Chéquese quienes son los nuevos institutos y sus coordinadores en el consejo general del IEEM, no tiene desperdicio.

Otro síntoma de alerta es el manejo del programa Salario Rosa. Los videos difundidos por el periodista Alberto Ayala y replicados en este portal, revelan la configuración de una de las tácticas electorales más ruines de las que habremos de recordar por décadas por parte del tricolor, el uso electorero descarado y abierto de las mujeres pobres en medio de una pandemia. Chéquese los videos. Todo ello, mientras la legislatura morenista se entretiene con un proceso de renovación constitucional que a nadie le importa... o por lo menos así, no.

Hasta la próxima