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Y uno se pregunta: ¿Por qué tanta violencia?

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Por: Bettina Falcón Valerdi





Y uno se pregunta: ¿Por qué tanta violencia?

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Almoloya de Juárez, Estado de México, 23 de febrero de 2021.- Para los contemporáneos de un movimiento de liberación les es difícil comprender la trascendencia de los hechos en los cuales se ven inmersos, ya sea como participantes o como espectadores. Este es el caso de quienes convivimos con la lucha por la liberación de la mujer, por ello se hace necesario buscar un paralelismo histórico para visualizar por dónde va el asunto y cuáles son sus alcances.

Para este ejercicio partiremos del origen de la Revolución Francesa, la cual se gestó cuando la sociedad oprimida se preguntó: ¿Cuánto poder debe tener el rey?

Actualmente las mujeres -unas en público y otras en privado- nos preguntamos: ¿Cuánto dominio debe tener el género masculino sobre el femenino? En 1789 los franceses entraron en la disyuntiva de darle continuidad a la monarquía decadente o ponerle fin. Hoy las mujeres debatimos si debemos seguir bajo el decadente dominio masculino o construirnos como sujetos prósperos e independientes.

Este tipo de preguntas han sido la simiente de los grandes cambios de la humanidad, los cuales ciertamente no han sido fáciles, porque ante el primer planteamiento libertario, los grupos sociales suelen polarizarse entre quienes se oponen totalmente al cambio del orden establecido -los conservadores- y quienes buscan la liberación de las ataduras al precio que sea –los revolucionarios-. Cabe mencionar que si la polarización social es irreconciliable, durante el proceso del cambio se puede generar mucha violencia.

Y así fue como Francia inició su revolución, en principio el pueblo vandalizó lo que encontró a su paso como símbolo de la decadente monarquía, actualmente la vanguardia del movimiento libertario de las mujeres vandaliza los símbolos del control masculino. De ahí que sean los hombres quienes se dicen profundamente ofendidos por las pintas y destrozos que dejan a su paso las protestas femeninas, toda vez que ven dañado lo que en semántica se denomina como “significante” (lo que te significa).

Y la pregunta que se hacen hoy en día tanto el género masculino y algunas mujeres que serán “las últimas en desatarse” –esto en clara alusión a la “Canción por la Unidad Latinoamericana” que interpreta Pablo Milanés donde dice: “…esclavo por una parte, servil criado por la otra, es lo primero que nota el último en desatarse…”-, es: ¿por qué tanta violencia?

En la Francia de 1789 la violencia se alimentó de la terrible desigualdad social entre el pueblo hambriento y explotado y la monarquía con exceso de privilegios. Hoy en día también las mujeres nos preguntamos ¿por qué tanta violencia? ¿Por qué hoy en día en nuestro país se estima que son asesinadas diariamente 10 mujeres? De ellas una es niña o adolecente menor de 17 años. ¿Y por qué de las quedamos vivas, el 66% de las mayores de 15 años han sufrido algún incidente de agresión física, emocional, económica o sexual de parte de un hombre agresor?

Es evidente que la violencia escala hacia más violencia si no se construyen los vasos comunicantes para resolver las diferencias, pero contrariamente a lo que se esperaba de una sociedad del siglo XXI, la cerrazón masculina prefiere ignorar que a pesar de los avances tecnológicos, resulta imposible saber a ciencia cierta, cuántos feminicidios y delitos de género se registran en el país toda vez que hay entidades federativas que no tienen tipificados estos delitos en sus códigos penales.

Tampoco se sabe el número de mujeres, niñas y adolescentes desaparecidas, porque gracias a los recortes de la actual administración federal, la Fiscalía Especializada en materia de Trata de Personas, es ya un elefante blanco que no integra carpetas de investigación, no obstante el número de mujeres, niñas y adolescentes que se buscan con brigadas de sus familiares o a través de las redes sociales.

Y hablando de los ahorros de este gobierno federal encontramos que el Instituto Nacional de las Mujeres vio disminuido su presupuesto en 50%; que las mujeres que salen a trabajar ya no cuentan con el servicio de estancias infantiles y guarderías y por si fuera poco, el Sistema Nacional de Vacunación está totalmente inhabilitado pues desaparecieron sus fondos de operación, lo cual es otra afrenta a la mujer-madre, quien tiene bajo su responsabilidad la salud de sus hijos.

Aunado a todo esto, la mujer del campo quedó en indefensión pues desapareció el Programa de apoyo a Mujeres Rurales-Mujeres Emprendedoras y al Ramo 13 que de manera transversal se ocupa de impulsar programas a favor de las mujeres, le bajaron 36% de presupuesto y ante este retroceso en las políticas públicas para atender a la mujer, todavía hay hombres que se preguntan: ¿y por qué tanta violencia?

Con esta actitud muchos de nuestros hombres contemporáneos se ubican entre aquellos de 1791, que mandaron a la guillotina a Olimpia de Gouges porque escribió en su Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía, que “los derechos naturales de la mujer están limitados por la tiranía del hombre, situación que debe ser reformada según las leyes de la naturaleza y la razón”.

Únicamente agregar, que las mujeres somos el 51.6% de los mexicanos pero que en el trato político, presupuestal, de impartición y procuración de justicia, entre otros, no recibimos ese porcentaje de atención y aquí cabe la pregunta ¿hasta dónde tendrá que escalar la violencia para que los que piensan que somos ciudadanas de segunda se den cuenta que no merecemos ese trato?

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