13 de mayo de 2021

Teresa Aguilar lleva casi una década buscando justicia para su hijo, acusado primero de robo y luego de secuestro por un comandante de la Ciudad de México, quien actualmente enfrenta cargos relacionados con corrupción, no obstante, los delitos que fabrico contra víctimas como Irving, siguen vigentes y sin posibilidad jurídica de revertirlos, producto de las fallas del sistema que durante dos sexenios prefabricaron culpables en serie.

En su búsqueda de justicia para Irving, Teresa se ha encadenado afuera de Palacio Nacional ha realizado plantones en el Zócalo, encabezado marchas y participado en manifestaciones de víctimas del sistema penitenciario -familiares de personas recluidas injustamente-, además de haber tocado infinidad de puertas y promovido procedimientos diversos, para intentar hacer valer la inocencia de su hijo. Poco a servido.

El policía Miguel Ángel Zetina Tenorio detuvo al joven mientras conducía un taxi en la Ciudad de México. Tras detenerlo lo traslada a la Delegación Santa Anita donde le imputa un robo. La víctima de ese delito dijo de entrada no identificarlo, sin embargo Zetina la presiona para que acuse a Irving, le toma fotografías al detenido, lo somete a diversas torturas, y se las envía a la víctima del robo para exigirle que lo acuse, lo convence con el argumento de que “es moreno y robusto”. Lo hace.

En medio, Zetina Tenorio abusa de diversas formas de Irving. A la madre -Teresa- intenta sacarle un cuantioso rescate de 40 mil pesos a cambio de la inocencia de su hijo, a la nuera -esposa del detenido-, le hace propuestas de orden sexual. Ninguna cede y el policía toma venganza, le imputa un cargo grave. Secuestro. Le asegura que él es “su pagador” y sí, le hace pagar por ese ilícito grave por el que le dictan una sentencia equivalente a su vida en prisión.

De acuerdo a Teresa a pesar de que inicialmente la víctima del robo admite no reconocer a Irving, bajo presiones de Zetina termina por señalarlo pese a que nada cuadraba, le fincan el secuestro y queda encarcelado, mientras afuera su vida personal comienza a desmoronarse. La de Teresa y el resto de la familia también.

De muchas maneras, formas y acompañada por colectivos y abogados, Teresa intentó hacer valer la tortura, presentó quejas en Derechos Humanos, denuncias penales por la violación al debido proceso. Nada funcionó, nadie escuchó. Todas las puertas se cerraron. Para estas familias no hay nada que valga.

Lo mismo ocurrió en el desahogo del proceso. Las pruebas “clave” de descargo que ofreció la defensa fueron desestimadas de plano, incluido el testimonio del propietario del taxi, que ofreció su testimonio y documentos para demostrar que Irving llevaba apenas una semana al operando el taxi, mientras que el secuestro que se le imputó y que según la víctima ocurrió en ese vehículo, era de un mes anterior a que Irving fuera contratado.

Por eso este pasado 10 de mayo, Teresa pasó el peor noveno festejo del Día de las Madres que puede tener cualquier mamá mexicana. Un festejo incompleto, amargo, triste. Una silla vacía.

Actualmente Irving estudia una carrera universitaria en el penal de la Ciudad de México donde está recluido, además de trabajar en lo que puede para aportar a su familia, mientras que Teresa ha logrado encontrar un resquicio de luz. Tras plantarse en él zócalo y pedir justicia al presidente Andrés Manuel López Obrador, se le asignó un abogado en la Secretaría de Gobernación (SEGOB). Teresa además es una activista hecha en la búsqueda de justicia, que también acompaña las demandas de otras mujeres como ella.

Actualmente empuja junto con cientos de familias recluidas con sus hijos presos (porque también nosotros quedamos presos, dice Teresa), para que se instrumente una Amnistía que Sirva y que opere sobre todo para delitos graves prefabricados. Para que la justicia llegue.

Tere Montaño