20 de marzo de 2022
Los años recientes del nuevo periodo que inició en 2018 se caracterizarán por el levantamiento de México del lamentable estado en el que se encontraba, pero también por la violencia del diálogo y del debate que deja de ser tal y se convierte en una guerra de insultos y descalificaciones, especialmente proferida por una parte que se dice agraviada.
Vivimos una época en donde lamentablemente no se dialoga ni se debate con fundamentos, sino sólo se descalifica a priori por ambos bandos: liberal o conservador.
El que escribe –lo he dicho con toda honestidad- me ubico en el liberalismo social del siglo XIX, sí, Juarista a mucha honra, por lo que seguramente encontrará querido lector que mi visión es parcial, pero honesta.
No obstante, advierto y lamento que la gran mayoría de descalificaciones, insultos, burlas, descalificaciones, deformaciones de la realidad y hasta montajes para marcar con hierro una idea falsa en las mentes y corazones de varios millones de mexicanos –y hasta foráneos- provienen de las estructuras que la derecha creó para formar un ejército de militantes enceguecidos y enajenados que a la menor provocación estallan.
Esto tal vez sea uno de los daños más grandes que se está causando a un buen porcentaje de la población; lo inducen a que no dialogue, que no argumente, que no entienda razones, sólo que descalifique y agreda.
Como daño colateral vemos gente que vive estresada odiando al presidente, su equipo, lo que hace, lo que no hace y por supuesto, a quienes lo apoyan, pero con un odio exacerbado que envenena a todo su ser y hace prácticamente imposible la convivencia: a todos nos ha pasado que un familiar, amigo, compañero de paraje, ex pareja, etc, haya cortado relaciones con nosotros por diferencias políticas: me ocurre –mucho-.
Siendo justos muchos militantes de izquierda tampoco se quedan atrás con sus expresiones de odio, descalificaciones e insultos, sin embargo, es avasallador el embate proveniente del bando contrario, porque además está nutrido por todo un entramado de medios, comentócratas, “intelectuales”, periodistas, líderes de opinión, empresarios, asociaciones civiles y en general todos quienes puedan hacer eco de una idea que se tenga que anclar en la mente de millones de incautos.
Un ejemplo de ello es el falso reportaje sobre la supuesta vida de lujos de uno de los hijos del presidente López Obrador: a pesar de que no encontraron nada, nadie, ni sus mejores sabuesos. El resultado fue que millones hasta la fecha insisten en que son corruptos.
La estrategia de descalificar, infantilizar, exacerbar y hasta humillar al adversario es antigua como la misma humanidad, pero en estos últimos tres años se profesionalizó a niveles que son ahora maquinarias bien aceitadas y alimentadas con carretillas de dólares para hacer de la propaganda y la manipulación algo masivo, a escalas colosales, sin importar las consecuencias que tenga en las relaciones familiares, sociales, escolares y laborales, etc. de la población.
Como reportero cubrí diversas manifestaciones de FRENA, el movimiento de Gilberto Lozano y al principio cuando aparecieron pensaba que era broma, que era una exageración la cantidad de berrinches, insultos, mentiras y descalificaciones que decían sus miembros; ¿cómo una venerable anciana católica iba a expresarse de ese modo?, no, imposible.
Sorpresa me llevé cuando asistí a cubrir una de las marchas de FRENA porque efectivamente, mujeres mayores con apariencia pacífica, con rosarios en mano y semblante sereno, son capaces de dejar salir por su boca tal cantidad de maldiciones y mentiras.
Pero todavía fue más allá, durante el trayecto varios se acercaron a “dialogar” –agredir diría yo- de una forma descarnada, sin piedad, con mucha prepotencia y rayando casi en la agresión física, como fue el caso de un hombre que me presumió que él si sabía –¿qué? Nunca me lo dijo- y que yo no; alto, blanco, bien vestido, canoso, con suéter y lentes de marca.
Él era uno de los varios miles que fueron al Paseo de la Reforma a una de tantas marchas convocadas por FRENA. Fue muy desagradable porque me empujaba con el cuerpo, no me hablaba, me gritaba casi escupiendo, los ojos se le salían de la órbita y yo solo le pedía que se tranquilizara por su salud, incluso le pedí a algunas personas que venían con él que lo tranquilizaran antes de que le diera un ataque. Todo eso quedó registrado en el video que hicen en vivo, sin cortes en mi canal de youtube “Divergente TS”. Como diría el clásico: ¡eso no sucedía en mis tiempos!
El fenómeno es grave, no se puede desdeñar porque le están enseñando a una generación que el diálogo no es la vía, sino el capricho, el insulto soez, que gana el que miente más, que no los hechos no importan, sino lo que reciben mediante las estructuras de enajenación, así niños, jóvenes, adultos y tercera edad.
Recientemente el presidente López Obrador lo aceptó con un dejo de lástima porque dijo que hay millones de mexicanos convencidos de las mentiras de la derecha y no hay forma de hacerlos cambiar de opinión.
Creo –y espero- que este fenómeno irá en decremento en la medida en que lo que los hechos y las razones aplasten la otra realidad ficticia y gris que les anclaron en sus mentes. Deseo con todo mi corazón que la cordura, la fraternidad, la búsqueda de acuerdos y la verdad regresen a ser prioridad en el debate nacional.
Agradezco a mi comPAñera y amiga Tere Montaño por abrirme de nuevo las puertas de “TheObserver” para poder compartir estas líneas con su público.
(Mis redes: “Divergente TS” y “Divergente Mex” en FB y youtube; @ismasan7 en Twitter)