10 de agosto 2022

Por: Patricia Vega Villavicencio

Una pequeña porción de la laguna Chimaliapan revivió y pereció entre 2021 y mayo de 2022. Pobladores de El Llano del Compromiso, en Ocoyoacac, Estado de México, descubrieron un vertedero cristalino que desembocaba en el humedal, a espaldas de un exclusivo residencial, pero fue un breve oasis.

Los colonos del fraccionamiento denominado también Chimaliapan decidieron cerrar con sacos de tierra el paso del agua que al caer generaba un reducido espejo acuático en donde comenzaban a desarrollarse ajolotes y carpas, desde hacía varios meses; era un estero minúsculo frente a las aguas residuales de la zona habitacional y del municipio en general.

La fracción de agua limpia de aproximadamente 27 metros cuadrados se logró por una casualidad. Alguien intentó reestructurar el bordo fracturado de una zanja, agrietado quizá por la presión del agua.

El material usado para cerrar el bordo y así permitir el paso peatonal, al parecer el principal objetivo del arreglo, estaba conformado por varios bloques de rocas y concreto, objetos que favorecían la filtración natural del líquido y lograban un estado traslúcido del otro lado de la zanja y de cara a una porción del humedal de Chimaliapan.

Este humedal forma parte de la cuenca del Alto Lerma, junto con los humedales de Lerma y Chignahuapan, y hoy se encuentran altamente contaminados, sobre todo en las orillas cercanas a las zonas habitacionales e industriales. Es importante mencionar que Ocoyoacac cuenta con un corredor industrial con empresas farmacéuticas, automotrices, de plástico, entre otras.

“Un día llegamos y ya no había agua, estaba seco” relató Ángel, niño de 11 años y habitante de El Llano del Compromiso, quien esa mañana había invitado a su amigo a conocer y aprovechar para refrescarse del calor que alcanzó los 27 grados centígrados, durante el mes de mayo de 2022, en la zona centro del Estado de México, siendo que el máximo común es de 23 grados, según la página de internet Weather Spark.

Habían llevado un refrigerio para comer ahí mientras tenían un divertido sábado. Tan sólo mirar el agua o sumergir las piernas sería como volver a revivir los días que quizá disfrutaron sus abuelos cuando aún la laguna estaba limpia.

La historia del agua en México es un reflejo de injusticias y despojos, privatizaciones, cierre de cauces a conveniencia y ausencia de regulación en su uso y distribución.

Este suceso aislado, y pareciera trivial, que ocurre a las afueras de las grandes ciudades, es una sinécdoque de la historia de la propiedad del agua en nuestro país y la apropiación de vertederos, por parte de intereses particulares, sobre todo extranjeros.

Un libro, recientemente editado por la Universidad Autónoma del Estado de México (SIEA), Agua y poder en el Estado de México. Siglos XIX y XX, coordinado por Gloria Camacho Pichardo, Fernando Díaz Ortega y Ma. del Carmen Chávez Cruz, ofrece un recorrido histórico de la tenencia del vital líquido, y analiza las distintas dificultades que han sorteado campesinos, poblaciones enteras, e incluso autoridades. Las últimas han tenido un rompecabezas que aún hoy se sigue tratando de estructurar:

"Los representantes del Estado al organizar a los viejos y nuevos usuarios se enfrentaron con realidades sociales múltiples: ejercicios de coerción y autoridad jerárquica de autoridades municipales y privadas hacia los ejidatarios, reorganizaciones sociales, acuerdos de palabra, derechos al agua desde ´tiempo inmemorial´, ventas de agua, cambios de curso de ríos y canales, entre otros" (Camacho et al., 2022: p. 171).

En el capítulo "Asignación del agua en ríos del Estado de México (1920-1940)" del citado libro, los autores relatan que la revolución mexicana al restituir las tierras a los campesinos, debió devolverles también el agua por la cercanía de ésta al territorio geográfico, pero no fue así. Los pueblos no tuvieron una normatividad inmediata que les respaldara (Camacho et al., 2022: p. 169-171).

Aquí la explicación: "surge un principio normativo de dotación o restitución de tierras; en el primer caso, el personal del Estado determinaba la superficie que abría [sic] de entregar a los que carecieran de ella; respecto al segundo, sólo podría originarse cuando los pueblos comprobaran, con documentos originales, que durante la época colonial habían sido despojados de sus tierras. En ambos, la resolución era larga, pues los solicitantes esperaron de cinco hasta sesenta años. Los ejidos que carecieran de tierras de riego podían solicitar dotación de aguas; en el caso de terrenos con riego se solicitaba dotación por accesión" (Camacho et al., 2022: p. 169-171).

Como en el cuento de Juan Rulfo, “Nos han dado la tierra”, el agua no era un plus que se considerara en la repartición. De forma deliberada, las autoridades entregaron páramos y llanos desiertos y carentes del vital líquido y se desentendieron de los conflictos que habrían de surgir con los antiguos terratenientes.

En el caso particular de El Llano del Compromiso, así como de otros poblados circundantes como San Pedro Cholula y San Pedro Tultepec (el primero perteneciente a Ocoyoacac y el segundo a Lerma), sucedió algo opuesto al cuento de Juan Rulfo. A los campesinos les dieron un llano que se inundaba. Con el paso del tiempo, los ejidatarios han ido rellenando porciones con tierra para poder cultivarlas y más recientemente, habitarlas, pero esto ha ocasionado otros problemas, además de la contaminación creciente del humedal que no sólo despide malos olores, sino que provoca inundaciones.

La película mexicana Río de las ánimas ofrece un ejemplo del abuso de grupos minoritarios que han cooptado el recurso vital, dejando sin abastecimiento a comunidades enteras. Hoy, además de la privatización de manantiales, los habitantes siguen siendo víctimas de la ambición de unos cuantos, a través de la entrega de cuerpos acuáticos a empresas, mediante la contaminación industrial y doméstica, situaciones mal administradas por los ayuntamientos; por la tala clandestina y por el robo de agua.

Históricamente, comunidades y poblados se han conformado con ver lejos de su alcance la prosperidad de unos cuantos, a la manera de señores ricos que de vez en cuando abren las puertas de su jardín, “lugar en donde quieres ser admitido”, dice la escritora Irene Vallejo, en El infinito en un junco, pero “no perteneces a ese mundo, por muy enamorado de él que estés. Te dejarán entrar durante un solo verano… pero las puertas volverán a cerrarse” (P. 54), así ocurrió con el pedazo de manantial de los habitantes de El Llano del Compromiso, y así ha sucedido con millones de mexicanos de diversas generaciones.