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Cogito Ergo Sum

 

El caso de Dafne: ¿Culpable o inocente?

DOBLE FILO

Cogito Ergo Sum


Por: Héctor Castañeda







La iglesia sigue diciéndole al Estado qué es legal y qué no

Este es el año 2017, y sigue siendo demasiado complicado ser mujer, por lo que puedo apreciar a mi alrededor. No estamos siendo una sociedad demasiado distinta (ni mentalmente avanzada) de esas de hace miles de años, donde si una mujer menstruaba se le relegaba al ostracismo y todo lo que tocaba se le consideraba “impuro” (Levítico 15:19-23).

Y después de miles de años de supuesta evolución, seguimos sintiéndonos con el derecho de condenar a una mujer por tomar una decisión que ni entendemos, pero no nos parece.

Es el caso de Dafne Mcpherson, quien se encontraba laborando en un Liverpool de Querétaro cuando sintió un malestar. Fue al baño y ahí tuvo un aborto espontáneo. Resulta que llevaba algunos meses embarazada.

En este punto la historia se vuelve confusa y contradictoria. Dafne se habría desmayado ahí mismo, y lo siguiente que supo es que despertó en el hospital acompañada de un policía y acusada de asesinato.

La Fiscalía General de Querétaro dijo que Dafne “metió a la recién nacida en el excusado y accionó la palanca en diversas ocasiones hasta provocar que perdiera los signos vitales. Con base en los resultados de la necropsia, la causa de muerte fue asfixia por sumersión”. Ello le valió ser condenada a 16 años de prisión por homicidio calificado.

Más allá de si es posible no saber si se ha estado embarazado por 7 meses -y más aún el hecho de haber tirado de la cadena suena lo bastante turbio-, la estigmatización social es el tema que nos ocupa en esta ocasión.

El día de la audiencia contra Dafne, la Fiscalía condenó a Dafne por no haber actuado con su instinto de madre, en lugar de llevar un procedimiento objetivo, al punto de que el fiscal Gustavo Acosta argumentó que ni una "perra hace eso". Mismo funcionario ya fue cesado por esos comentarios tan denigrantes.

Estamos, por desgracia, en una sociedad dominada por los axiomas y la conveniencia de la iglesia católica. Hace unos meses Norberto Rivera se sentía con la autoridad para decirle al mundo para qué se utilizaba el ano. Hace poco defendió a los sacerdotes acusados de pederastía al decir que hay menores que “incitan a pecar”. De ese tamaño está la podredumbre mental que infecta la iglesia desde hace años. Y a pesar de que en teoría la iglesia lleva 150 años separada del Estado en México, sigue metiendo sus narices en temas que no comprende y menos aún le incumben.

Prueba de ello es la tibieza de los diputados al debate sobre el aborto y el uso de “la píldora del día siguiente”, en caso de violación.

“Muchos diputados traen consigna ideológica. A otros los asustaron, los amenazaron, les enviaron cartas con advertencias para que no votaran esa ley”, llegó a decir Laura Plascencia, presidenta de la Comisión de Igualdad de Género. “Funcionó la operación del Santo Oficio”, dijo al final.

¿Siguen sin creerme que perversamente la iglesia controla la legislación en torno a la mujer?

Otro legislador, el panista Eukid Castañón, fue bien explícito al hablar de lo que le ocurriría si en San Lázaro él votara en favor de esa ley. “Al día siguiente tengo al obispo en el teléfono con el reclamo”, nos dijo. México. Año 2017. Y la iglesia sigue diciéndole al Estado qué es legal y qué no.

A Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, ¿no?

Y mientras algunas estructuras de poder manipulan leyes entre las sombras, mujeres como Dafne que no quieren, o no pueden, o no sabían que esperaban un hijo seguirán siendo igual de perseguidas que como lo eran hace 1000 años.

Viva México, carajo.

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